ENTREVISTA
“Los intelectuales son un patrimonio que el Poder no tiene derecho a corromper”
CARLOS MONSIVÁIS CONCEDIÓ ESTA ENTREVISTA EXCLUSIVA EN OCASIÓN DE SU VISITA A EL PAÍS EN 1999
El imperio ilustrado de Carlos Monsiváis no requiere nominaciones académicas, ni cuentas bancarias, ni cargos públicos. Defensor de las causas perdidas, ha escrito sobre todos los temas de la vida mexicana sin pelos en la lengua. Es el más leído de los mexicanos vivos y el más temido por los políticos. En esta entrevista, transcurrida entre angustiosas interrupciones y apetitos aplazados, asistimos a una breve reflexión contemporánea de la magnitud de su pensamiento. LB: ¿De dónde sale Carlos Monsiváis?CM: La ciudad de México es el fenómeno más influyente de mi vida, no como un determinismo geográfico, sino como un hecho cultural. No vengo de familias de provincias, sino que mis antecedentes datan de tres generaciones ya establecidas en la capital, que ya es mucho decir, dada la inmensa velocidad migratoria del país en unas etapas donde el arraigo urbano es asombroso. A mí, la ciudad de México me marcó como fenómeno cultural, como fenómeno social, y como horizonte de oportunidades y comportamientos distintos, y como espacio de diversión. Estudié en escuelas públicas. Jamás pisé una escuela privada. Me eduqué en ese campo laico. Mi experiencia periodística tuvo mucho que ver con la tónica urbana. LB: ¿Nostalgias nacionales?CM: Todas. La básica es el fracaso de la utopía por una ciudad vivible. Hoy en día, la ciudad de México es invivible. En el valle de México se albergan, aproximadamente, 22 ó 23 millones de personas. Esa realidad no se puede comparar con aquella capital donde estudié y en la que sólo vivían 4 ó 5 millones de personas; donde había aire respirable, donde no existían problemas de tráfico ni de violencia urbana. Mi nostalgia se dirige, sobre todo, a ese momento donde podía caminar todas las noches sin darme cuenta de mis alrededores. Ahora no caminaría durante horas, no sólo por carecer de resistencia física, sino porque no quiero terminar mis días en la sala de urgencias de un hospital. Esa nostalgia de la incertidumbre, esa nostalgia de la seguridad y la tranquilidad vista desde la zozobra es la nostalgia primera, es decir, la nostalgia fundadora. LB: ¿Nostalgias internacionales?CM: San Francisco en los años 60. Me permitió conocer una serie de explosiones de rebeldía, de contracultura que me fueron muy útiles. En el 65 y en el 66 desde allí me asomé a lo que era un desarrollo crítico a la Guerra de Vietnam. Otra nostalgia fue Nueva York en los años 70, donde se insufló la noción de libertad. Esas son mis nostalgias más fuertes. LB: ¿Cómo se ve la República Dominicana desde México?CM: Durante toda mi etapa estudiantil, incluyendo la universitaria, República Dominicana se asociaba con el orgullo de una persona. La idea de que existiese algo con el nombre de Ciudad Trujillo, me parecía profundamente insolente y monstruoso. En cierta ocasión, mientras estudiaba en la Facultad de Filosofía, participé en una manifestación de repudio al embajador de Dominicana quien visitó la sede universitaria. No podíamos admitir que pisara la UNAM un representante del gobierno de Trujillo, y muchos menos, que le hablara a los estudiantes mexicanos. Después, en 1965, la República Dominicana fue el motivo de reafirmación latinoamericana. Para nuestra desdicha, la gran manifestación que realizamos en favor a la revolución dominicana, fue disuelta por los granaderos entre gases lacrimógenos y golpes. Pero esa era la solidaridad de que disponíamos. Luego, la irritación y el asombro ante la persistencia de Balaguer. Y eso, aún hoy, no ha desaparecido. Yo todavía no me explico cómo pudo volver Balaguer. Pero tampoco sería una respuesta inteligente de mi parte porque estoy invitado a un país donde sigue su sombra. Todos dirán ¿por qué me preocupo por Balaguer si vivo en un país donde está el PRI? LB: ¿Qué le falta al escritor, al intelectual dominicano para trascender?CM: Al pensamiento y a la literatura dominicanos les hace falta difusión. Que se publiquen sus obras en España. Es indispensable, porque las editoriales españolas son de los vínculos probados que funcionan en todo el mundo hispanoparlante. Aunque me meta en lo que no me importa, hace falta que el Gobierno Dominicano, a través de sus embajadas, promueva intensamente a sus autores. Escritores de la talla de Manuel del Cabral y Pedro Mir, por sólo poner dos ejemplos, todavía son insuficientemente conocidos a pesar de ser de primer rango mundial, con aportes a la altura de cualquier vanguardia de otros países. Ayer leía la poesía de José Mármol y me pareció excelente, y creo que de difundirse adecuadamente, Mármol tendría hoy lectores de consideración en todo el mundo. Pero, lamentablemente, sus libros no circulan. En el caso de la literatura dominicana, su no triunfo mundial no es por un problema de calidad, sino por la ausencia de una política de distribución y circulación. LB: ¿Usted cree en el apoyo de los gobiernos a la cultura?CM: Definitivamente sí. En México, el 90 por ciento del apoyo a la cultura mexicana va por el Estado. La iniciativa privada no se preocupa en nada por la cultura salvo rarísimas excepciones. El espléndido museo de Televisa fue cerrado porque a esa empresa no le parecía interesante. En estos momentos, en la ciudad de México no hay ni un sólo museo de iniciativa privada. El apoyo de los gobiernos mexicanos a los escritores es único. Pero yo entiendo este apoyo a la cultura como un patrocinio, no como otro punto de vista. Es decir, sin exigirles a cambio una marcada solidaridad ni política ni hacia nada que no sea su estricto acto de crear. Los escritores en cualquier sociedad son un patrimonio de alta pureza que ni el poder ni el dinero tienen derecho a corromper. LB: ¿Usted está en contra de que los gobiernos manipulen la cultura con su fin político?CM: Decididamente. Es muy lamentable, pero cierto. Algunos gobiernos invierten en la cultura para tratar de obtener algo, y de hecho, algo obtienen. Y ellos olvidan que todo lo que puedan obtener de su inversión cultural con fines extra culturales se puede lograr de una manera menos burda y manipuladora; se puede obtener por un simple movimiento dentro de los sectores interesados. Todo es una cuestión de elegancia, de altura, de respeto hacia el trabajo cultural. Ahora bien, los gobiernos, por su propia cuenta, no tienen necesariamente que percatarse de la necesidad de invertir en la cultura. Son los sectores interesados los que tienen que movilizarse y exigir. En esto, como todo, la negociación viene de una primera movilización de crítica y cuestionamiento. LB: ¿Hacia dónde va el mundo?CM: No tengo ni la menor idea. Lo que sí veo es un agotamiento de los recursos del planeta, una inconsciencia abismal en cuanto a todo tipo de cultura, incluyendo en primer orden la ecología, una sobrepoblación necesariamente dañina, un monopolio del privilegio cada vez más abusivo y destructor. Todos los indicios que veo son negativos y no veo que las fuerzas de la democracia que se les oponen sean suficientes. Entonces, para evitar visiones apocalípticas, es mejor no pensar hacia dónde va el mundo. LB: ¿Y el poder qué complicidad tiene en estos desastres?CM: Una complicidad total. En el caso de América Latina es un poder de alianza con las devastaciones. Es un poder que fija el mundo de la catástrofe. LB: ¿No tenemos más remedio que sentarnos a mirar los toros desde la barrera?CM: Yo creo que hay que pelear, aunque no tengamos mucha esperanza de la victoria en esa pelea. Es la única manera de no morir antes de tiempo. Simplemente, para postergar el deceso, el hombre tiene que pelear. No pelear significa también una complicidad con la catástrofe. LB: ¿Si Carlos Monsiváis fuera un rico empresario qué haría con ese dinero?CM: Lo sembraría en la tierra si hubiera posibilidad de que se multiplicara. Si estuviera consciente de que salieran árboles de dinero, lo sembraría en la tierra. Pero de no ser así, todo mi dinero lo invertiría en muchísimas empresas productivas de pequeña escala. LB: ¿Qué haría si fuera presidente de México?CM: El primer día de mi toma de posesión, mi ineptitud sería tan flagrante que sería expulsado. No cambio mi trabajo de intelectual por ninguna otra cosa, porque estoy seguro que mi trabajo si es malo, los otros que vengan lo desempañarían de manera funesta. LB: ¿Si por un día en el mundo usted tuviera poder político, en qué lo invertiría?CM: Lo invertiría en billetes de lotería para ver si tengo suerte y poder jubilarme de ese poder. LB: ¿Escéptico? ¿usted sigue propugnando por un cambio total de la sociedad?CM: Yo soy escéptico en cuanto a las posibilidades de cambio, no en relación a las posibilidades de lucha por el cambio. Si uno desiste en luchar por el cambio, posiblemente esté de acuerdo con un criterio realista, pero estará en desacuerdo con las posibilidades de cambiarse a sí mismo. No luchar por el cambio significa deteriorar el espacio de la disposición que es uno mismo, es desatender la ecología personal. LB: ¿Tiene alguna estrategia con relación a sus ensayos más recientes?CM: Nunca escribo por estrategias premeditadas. Sí me preocupo porque todos mis personajes tengan las mismas oportunidades de salir a la luz con el inusitado realismo que portan. Es decir, con sus virtudes y defectos. Y eso no se hace con estrategias. LB: Usted ha atendido el drama existencial de una muchacha como Gloria Trevi con la misma altura que a la corruptela del PRI. ¿Persigue algún fin expreso, un fin de alertar de algo, sobre algo que envuelve tanto a la política como a la farándula?CM: En absoluto. Son temas que me interesan y mueven mi pasión informativa. El involucramiento o la estrategia a largo plazo me es ajeno. LB: ¿Cómo quisiera que fuera México?CM: Un país abierto, con una defensa de la economía por parte del Estado, con mucha tolerancia, con respeto a la diversidad, sin fanatismo, y sin el monopolio político de la presidencia a cargo del PRI.