ESENCIAS
Lery
Hay días en que sales del trabajo con la tentación de refugiarte en un lugar distante, aquella tarde era uno de esos. Una jornada agitada, un cúmulo de tensiones y un deseo inmenso de libertad invadieron mi ser en el mismo instante en que atravesé la puerta principal de la institución rumbo a mi hogar. Mis pasos lentos se unieron a la caminata de un viernes social, la hora no podía ser menos reveladora: pasadas las cinco de la tarde cuando la mayoría de los empleados concluyen la jornada y se les ve salir de la empresa hacia los lugares de ocio. Un radiante sol iluminaba la tarde, el aire espeso pronosticaba que la lluvia adornaría la noche con sus refrescantes gotas. El color verde intenso de los árboles me invitaba a respirar la pureza ancestral de la naturaleza. Seguí caminando con la mirada inquieta desmenuzando los alrededores, añorando encontrar un rostro familiar. Para mi satisfacción, esta compañía no tardó en llegar. Una joven de estatura promedio, pelo negro, delgada, ojos café y sonrisa agradable venia en dirección opuesta a mi trayecto. En principio no la reconocí hasta que de sus labios salieron las nueve letras de mi nombre, y de inmediato exclamé: ¡Leryyy!. Un abrazo sincero nos unió al reconocer nuestros rostros entre tantos transeúntes anónimos. La introducción de nuestra conversación duró alrededor de cinco minutos. Intercambiamos información sobre nuestro destino después del último encuentro en la universidad. Actualizamos algunos datos, trabajo, estudios posteriores y demás. Entre una novedad y otra, surgió la pregunta: ¨ ¿Hacia dónde te diriges?. - “A una tienda de libros”, contestó. -“Una buena excusa para escaparme de la rutina”, pensé, giré mi cuerpo y continuamos la caminata. Una vez en la tienda de libros, pasamos más de dos horas en un stand examinando la bibliografía disponible. Al salir de allí, el cielo nos retaba con sus amenazas de lluvia y con su escolta de nubes grises. No nos quedó más remedio que acortar nuestra gira. Luego de una cachapa y un vaso de refresco, reflexiones y risas, nos despedimos con la llovizna, el retrato de Dorian Gray y una dedicatoria firmada por Lery en un libro de Julio Cortázar.