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FICCIÓNES

El comienzo

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Virginia Sánchez NavarroSanto Domingo

No sé si algún día encuentre el camino – dejó escapar la niña mientras apretaba con los puños las mangas de su abrigo–, pero salir a buscarlo será mucho mejor que continuar parada aquí sin saber dónde estoy. El hombre, con algunos mechones de pelo púrpura meciéndose como siempre sobre su cara, la observó silenciosamente con la misma curiosidad con que lo había hecho seis meses atrás, al momento de su llegada al refugio. La niña echó la vieja mochila sobre su espalda e inició su marcha. Tan solo había avanzado algunos pasos cuando de pronto volvió la mirada. Algo en ella le rogaba quedarse allí, observando para siempre la magnífica figura de su abuelo en el desierto: los pies descalzos sobre la arena, la ropa remendada, el pelo flotando como otra de las tantas nubes. “¿Tú alguna vez lo encontraste?” - la escuchó decir él – “¿El camino?” Sonriendo, el hombre levantó la vista a la luna menguante y susurró algo que la niña no pudo entender. En cuestión de segundos, hubo un soplo de brisa y la luna comenzó a girar hasta llenarse, mientras un resplandor dorado se vertía en todo alrededor. Otra vez susurró y aunque no conseguía comprender palabra alguna, la niña estaba segura de que esto último significaba algo cercano a “gracias”. El hombre regresó la mirada hacia ella y, diciendo adiós tan sólo una vez, le dijo: “Lo encontré… Siempre termino encontrándome en medio de él.” Como tantas otras cosas que le había dicho antes, esto parecía ser algo que, con suerte, eventualmente entendería. Ahora, solamente parecía correcto seguir caminando y, mientras lo hacía, una extraña sensación en el aire le dijo que estaría escuchando el sonido del mar en poco tiempo.

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