CALIDOSCOPIO

Homerito

Los poetas se debaten entre la vida y la resurrección. Entre la angustia y el cansancio. Saben resucitar, tal vez menos coloquiales y escribiendo sonetos imperfectos; siempre vuelven al silencio del naranjo con el miedo a la blancura. Volverán a los avernos porque suyas son las polvaredas desvirtuadas que bramaron en su piel cuando la noche era un ave trashumante. Volverán una y otra vez en forma de pastos, piedras o bosques a cantarle al río fulminado, a la mujer que danza entre relámpagos, a los ecos que miran hacia dentro de sí mismos. No fueron, ni son, ni serán ángeles, sino dioses o demonios asidos a la fiebre del delirio. Podrán romperse el alma que llevan fuera de sus cuerpos. Saltarán sus huesos como escamas peregrinas, pero nunca dejarán de simular rituales irredentos. Los poetas ni nacen, ni mueren. Solo son pedazos del insomnio donde un estanque destruido llueve de impiedad.

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