Finanzas

Cuentas claras, historias libres: cuando el dinero aprende a hablar

  • El consumidor que va educándose financieramente es un ciudadano con voz fuerte, que aprende que las finanzas no solo son fórmulas sino claridad y un timbre de alerta para saber cuando se está viendo afectado o beneficiado.
La relación financiera descansa en una balanza: los derechos y deberes de los usuaruios

La relación financiera descansa en una balanza: los derechos y deberes de los usuaruiosGetty Images/iStockphoto

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César D.  AriasEspecial para LD 

La relación entre el usuario y su banco no tendría por qué ser un laberinto sin salida. La ética y la ley ya han trazado un pacto respetuoso: las entidades ofrecen servicios y los usuarios, una vez bien informados, son los que eligen entre las propuestas dadas. En el centro, una idea sencilla late, incluso una idea poética: el dinero debe servir al ser humano y no al revés. 

En los extremos existe un puente de conciencia: las herramientas públicas que protegen los derechos de los usuarios y la educación financiera que estos deben alcanzar. En la actualidad, y desde 2021, este puente se ha convertido en plataforma: «ProUsuario», una aplicación de la Superintendencia de Bancos.

La relación financiera descansa en una balanza: por un lado, los derechos del usuario a recibir información oportuna y clara, a entender los costos y las tasas, al acceso a contratos antes de la firma, a presentar reclamos ante incumplimientos y a recibir un trato afable y respetuoso. 

Por otro lado, los deberes: a leer antes de firmar, a actualizar con regularidad los datos, a usar canales oficiales, a cumplir oportunamente con los pagos y a realizar reportes ante irregularidades. 

El cumplimiento de estos elementos es que genera la confianza y la justicia financiera.

Esta balanza se hace visible gracias a la «Carta de Derechos y Deberes de los Usuarios», de enero del 2022, en la que se exige a las entidades bancarias entregar de manera física o digital información verificable al contratar. Esto para que el usuario se pueda «curar en salud» con las letras pequeñas. Prácticamente, se trata de un recordatorio casi moral, pues ningún usuario está obligado a aceptar o firmar algo que no entiende.

El dinero debe servir al ser humano y no al revés.

El dinero debe servir al ser humano y no al revés.Shutterstock

ProUsuario nació para traducir esa claridad en acción. La plataforma reúne datos dispersos y los vuelve cercanos: permite consultar el historial crediticio, presentar reclamaciones, verificar cuentas inactivas o abandonadas, comparar contratos, e incluso pedir exclusión de llamadas no deseadas (sí… esas que se vuelven una tentación y te dejan como resultado dos tarjetas más a las que ya tienes). 

En otras palabras, devuelve al ciudadano el control sobre su historia financiera. Desde su aplicación y su portal es posible:

• Consultar la información crediticia consolidada y visualizar atrasos, tipos de crédito y calificación de riesgo.

• Presentar reclamaciones, quejas y denuncias contra entidades supervisadas.

• Solicitar la exclusión de listas de llamadas para ofertas no deseadas.

• Verificar cuentas inactivas o abandonadas y depósitos en entidades en liquidación.

• Explorar contratos de adhesión aprobados para comparar condiciones.

• Acceder a contenidos de educación financiera y a un mapa bancario para encontrar puntos de servicio.

En su acto de presentación y lanzamiento, en octubre de 2021, el superintendente de Bancos, Alejandro Fernández, expresó que la aplicación permitiría «una interacción directa, estando, literalmente, en los bolsillos de todos los dominicanos». Al fin el ciudadano no tendría por qué ir al banco a realizar consultas, porque tendría las consultas en su mano.

A su vez, la entonces directora de ProUsuario, Yulianna Ramón Martínez, expuso que la meta era cuidar la salud financiera de los usuarios y cuatro años después más de cien mil descargas de la aplicación confirman que el usuario dominicano anhelaba una herramienta que le facilitara los trámites para cuidar su salud financiera.

Pero ninguna aplicación puede reemplazar el juicio humano. Ser «bueno con el dinero» no es talento, sino hábito. Se debe provocar un ejercicio de mirar las cifras sin miedo, entender los intereses y diferenciar entre un compromiso (por no decir deuda) que pueda impulsarte (como aquellos en los que se adentra uno para emprender) o uno que ahorque (y creo que estos no necesitan explicación). Porque es cierto que, como dice el refrán, «Dios aprieta pero no ahorca», pero tampoco hay que retarlo.

La educación financiera es un músculo invisible que evita los impulsos, enseña a planificar y otorga serenidad en la riqueza y la pobreza, en la salud y en la enfermedad… así como unos votos nupciales. Es lamentable que en las escuelas no se eduque en finanzas, de manera que esta conciencia se vaya generando desde los más pequeños de la casa. Ciertamente, y para que no me crucifiquen, hay entidades bancarias que realizan actividades y tienen acciones que motivan al ahorro, peo es necesario acoger estas iniciativas en las aulas, porque sin una educación financiera el profesional podrá ser feliz y disfrutar de la quietud y de los recursos que su carrera le suministra.

Dicen que la información da poder, y el poder puede llevar a la transformación. Estas herramientas son un camino hacia la transformación, pero si lo andamos con conciencia y seriedad. Debemos aprender a comparar antes de firmar, a reclamar con soportes, a cuidar el historial crediticio y a proteger nuestra información personal. Cada pisada bien dada en este caminar irá debilitando la desigualdad informativa que por tantos años colocó un abismo entre el usuario y la institución.

El consumidor que va educándose financieramente es un ciudadano con voz fuerte, que aprende que las finanzas no solo son fórmulas sino claridad y un timbre de alerta para saber cuando abandonar el barco sin afectarse. Es un ejercicio de cultivar la libertad y una almohada cómoda para recostar los proyectos. 

Estas herramientas no son un combate entre banca y consumidor, sino una mesa compartida en donde se genera un diálogo diáfano y empático.

Esto es un nuevo pacto, entre pantallas y contratos, en donde el consumidor dominicano no tiene miedo a hacer preguntas, no rubrica lo que no ha entendido y no hace mutis ante un cobro injusto. Es un pacto en donde la transparencia no es promesa sino costumbre y donde el dinero habla claro, con conciencia financiera y con acento dominicano.

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