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Opinión. “Ningún órgano periodístico del país ha influenciado tanto en todos los órdenes y en el desenvolvimiento del progreso de la nación como el Listín Diario”, Manuel de Jesús Arredondo.

Censurados por querer decir la verdad

Avatar del Listín Diario
Carmen GuzmánSanto Domingo, RD

El decano de la prensa nació en momentos cuando el país se encontraba sumido en los inicios de una dictadura que duró 12 años. Ulises Heureaux subió al poder en el 1886 y con sed de permanecer pese a toda costa; tres años después se funda Listín Diario. A pesar de la situación social y política en la que se encontraba envuelta la nación, el Listín surgió con un enfoque y visión clara, es por eso que en poco tiempo fue creciendo y su contenido siendo cada vez más solicitado por los ciudadanos. Entre 1889-1892, periodo en que estalló la Primera Guerra Mundial, las páginas eran ocupadas por una diversidad informativa. Según registros del libro “120 años. Listín Diario, la herencia del pasado, el respeto del presente y la conquista del futuro”, por regla general el periódico contenía un artículo de fondo, una crónica elaborada por un estilista de patio, el cotidiano grupo de noticias exteriores del cable francés y alguna información de ‘fuente oficial’.

Un primer intento de censura ‘Lilís’, como era conocido el presidente, de todo se enteraba y en todo intervenía, y como era de esperarse de un dictador, se convirtió en poco amigo de la prensa y de la libertad de expresión. Listín Diario no tenía mucho tiempo de haber empezado a circular cuando ya se encontraba luchando para no claudicar ni ceder a los chantajes del mandatario. Es sabido que no faltaron intentos del Gobierno para amordazar el diario, sin embargo, cuando esto ocurría las publicaciones eran más asiduas y contundentes en defensa de sus derechos. Para la edición del 31 de agosto de 1892 aparece un suelto y sin firma titulado: “El Listín amenazado de muerte”, donde sale el intento del agente local de la Compañía de Vapores Americanos Clyde de hacer suspender Listín Diario valiéndose de la buena influencia de este agente con el Gobierno de la época. La causa de este titular se debía a las fuertes críticas que había hecho el periódico sobre una cláusula de la concesión otorgada por el Gobierno a la mencionada compañía. En 1895 todavía se continuaba con la lucha de la libertad de expresión y contra el régimen de la dictadura. Es así como el 21 de agosto de ese año se publica el editorial titulado: “Las Lenguas”, resaltando de manera explícita las artimañas de las que se valía el mandatario para reprender a la prensa. “Es que la calumnia, invisible e impalpable, hiere en la sombra, huye de la luz y a veces hasta se disuelve en las atmósfera que respiramos para envenenarnos el cuerpo y el alma”. El decano fue cauteloso, pero no silenciado, pues don Arturo sobre todo quería mantener la libertad de circulación del periódico, sin embargo no faltaron las ocasiones en que sus páginas acogieron artículos ferozmente críticos contra Heureaux.

Presión económica fuerza cierre en 1942

“Ya para mediados de abril (1930) la libertad de prensa era bastante limitada, sobre todo porque… solamente existía un solo periódico dispuesto a criticar a quienes habían tomado el poder: Listín Diario”, así lo describe el historiador Bernardo Vega en su artículo: “La actitud de la prensa ante el derrocamiento de Horacio Vásquez y la candidatura de Trujillo”. A partir de mayo de ese año hubo una protesta silenciosa ante la candidatura de Trujillo. No se mencionó su trabajo de campaña previo a las elecciones del día 17, ni siquiera se tocó el hecho de que fue el ganador de tales comicios, el Listín simplemente ignoró este suceso. Pudo haber sido una medida coercitiva o estratégica, el hecho es que esto marcó el inicio de una mala relación entre el dictador y este medio. Para el 17 de agosto de 1930 sale el nombre del tirano en las páginas anunciando la toma de posesión, siendo esta la tercera y última ocasión en que se mencionó este nombre en el diario y la única en que salió una foto. Durante los siguientes años el Listín se limitó a escribir sobre el acontecer del día a día, pero sin tocar la tiranía. Diez largos años pasaron y República Dominicana vivía la primera década de la más atroz dictadura de su historia. Durante ese tiempo hizo honor a su antiguo lema: “Sin malicia para nadie, con caridad para todos”, esto por ser un medio ajeno siempre al abanderamiento partidista, aunque por esa independencia se nos hay tildado en alguna ocasión de ser ‘periódico sin ideología’, como dijera Moisés A. Pellerano, tesorero de la editora en esa época. Para 1940, el entonces dictador ya no solo tenía sed de acumular poder y riquezas, sino que quería tener el control absoluto del manejo informativo. Como reseña el libro mencionado anteriormente, Trujillo adquirió una imprenta con tecnología de la época, así como equipos modernos los cuales le permitieron fundar el meridiano La Nación, bajo el lema: “Oye, ve y dice”. Era un periódico oficial al que los empleados públicos fueron obligados a suscribirse. Debido al temor que se vivía, muchos suscriptores empezaron a cancelar su contrato con el Listín, además de que los recursos no eran suficientes para comprar dos periódicos. Este fue el principio de un fin inevitable. En el libro “Cien años del Listín”, indica que el alto costo del papel y su escasez obligaron a que la empresa fundada por don Arturo Pellerano tuviera que cerrar, “porque sencillamente la gente cogió miedo”. El 15 de junio de 1942 don Arturo hizo pública la despedida del periódico. El tirano los había ahogado económicamente. Para no desaparecer de la mente de la sociedad y mantener viva la esperanza, Eduardo Pellerano Sardá y su hermano, liquidaron el periódico y cada año para el 01 de agosto se publicaba un facsímil en forma de una discreta hoja para así no llamar la atención y mantener la vigencia del nombre.

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