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Construyendo el nuevo docente universitario

Nunca la labor docente ha sido más demandante que ahora, porque ya no es impartir la simple cátedra, donde los profesores se paraban frente a todos a disertar sobre un tema, y responder a las preguntas, fundamentado en la repetición de contenidos. Se necesita una dinámica más interactiva.

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José Alejandro Aybar MartínEspecial para LD

Nadie pone en duda que el mundo ha cambiado, las cosas tal y como la conocíamos han adquirido otro sentido, y hoy es necesario adaptarnos a lo que nos demanda un entorno cada vez más variable. Las instituciones de educación superior no son una excepción a esta regla. Tradicionalmente el docente universitario ha sido una figura de prestigio en el plano académico y social, a partir de lo que se le supone amplio conocimiento en el área en que imparte docencia y ejerce un papel protagónico en la formación profesional de cada ser humano que ha transitado por sus aulas. Este docente contaba con la jerarquía que le proporcionaba la información de la que disponía y debía transferir, sin embargo, actualmente ya no cuenta con el poder que le otorgaba esta exclusividad, porque cada uno de sus estudiantes se nutre de información a través de diversos canales, disponibles e inmediatos. Sin embargo, esa gran cantidad de información disponible y al alcance de todos, para ser realmente útil y provechosa, deberá ser valorada con espíritu crítico y capacidad selectiva, y son estas competencias las que el docente deberá desarrollar en cada encuentro didáctico. En este sentido, el nuevo docente universitario deberá entender que agregará valor en la formación de sus alumnos, en la medida en que puede ser el canal de validación de la inmensa cantidad de información buena y mala que el mundo digital de hoy ofrece, en ayudarlos a desarrollar el discernimiento necesario para discriminar entre lo esencial y lo no esencial, y en hacerlos capaces de ordenarla e interpretarla para convertirla en conocimiento constructivo y de valor.

Preparación continua Para esto estará obligado a estar constantemente actualizado en relación con la materia que imparte y a entender lo que demanda y acontece en su comunidad y su entorno, lo que le exige mucho tiempo de dedicación para la lectura de textos, participación en actividades de investigación, y la creación de redes y contactos asociados a lo que necesita conocer. La pandemia del COVID-19, que hemos enfrentado en los últimos años, ha provocado la masificación de la educación, acelerando el proceso de la enseñanza virtual, y ya el aula no es necesariamente un espacio físico, sino cualquier entorno en que se produce un encuentro de enseñanza-aprendizaje, lo que obligó al maestro de hoy día a conocer y utilizar herramientas tecnológicas. Otro reto que enfrenta el docente universitario se refiere a estudiantes con inteligencias múltiples y expectativas diversas que los lleva a impartir una educación personalizada, en lugar de la anterior enseñanza estandarizada, lo que exige de él un mayor conocimiento individualizado de sus alumnos y una relación más estrecha con cada uno de ellos. Nunca la labor docente ha sido más demandante, porque ya nos olvidamos de la simple cátedra, donde los profesores se paraban frente a todos a disertar sobre un tema, y responder a las preguntas y dudas de los presentes, fundamentado en la repetición de contenidos.

Inteligencia colectiva

La enseñanza ahora requiere una dinámica más interactiva, y se ha movido más hacia la aplicación de los conocimientos a través de un aprendiz activo, en lugar de permanecer únicamente en la transferencia teórica unidireccional. La enseñanza de hoy tiene la intención de obtener una real conexión entre el docente y el alumno, por lo que deberá crear espacios donde la conversación, la exploración y el intercambio de ideas sea la plataforma para formar con propósito y dejar de lado los egos, considerando el perfil de esta generación.

Competencias básicas

Cabe destacar además que, ya comprobada la incidencia de las competencias conductuales del individuo en su éxito laboral, a las que se le atribuye mayor importancia que al conocimiento mismo, la formación universitaria deberá enfocarse en trabajar las mismas. Aunque los expertos afirman que estas competencias se desarrollan primariamente en la educación básica, es en la formación profesional donde deberá lograrse un autoconocimiento de las fortalezas y debilidades que tenemos en cada una, y ejercitarlas a través de la práctica como parte de actividades que simulan la vida laboral. También en este aspecto será el docente universitario el llamado a garantizar un equilibrio entre la enseñanza del conocimiento y el desarrollo de conductas útiles para su desempeño, como el pensamiento analítico, el trabajo en equipo, la búsqueda de información, la iniciativa, la innovación y creatividad, la capacidad de aprendizaje, la solución de problemas, la toma de decisión, y la flexibilidad y adaptación al cambio, catalogadas entre otras, como competencias básicas para estos tiempos. Otro trabajo que añaden nuestros tiempos a los docentes de la educación superior es el de contribuir con la formación integral de estudiantes, que han crecido en una sociedad donde la familia y los valores éticos y morales se encuentran socavados, por lo que deberán además en ocasiones refrenar conductas erráticas y convertirse en orientadores de sus alumnos.

Experiencia como rector

UNICARIBE no fue sorprendida por las demandas que significaron para las instituciones de educación superior la llegada de la pandemia, porque hemos sido pioneros de la virtualidad, y ya la tecnología era parte del día a día de nuestro modelo educativo y era manejada por nuestros docentes. Más bien tuvimos el privilegio de dar apoyo a otras IES para enfrentar las dificultades que enfrentaron. Sin embargo, como toda institución académica somos conscientes de la importancia de la mejora continua, y tenemos un real compromiso con la misma, para lo cual el perfil de los docentes universitarios representa dentro de nuestra agenda la más alta prioridad, porque la tecnología está llamada a ser una herramienta adicional para la educación, que no limita ni reduce el rol del docente. Por todo esto, hoy más que nunca, la docencia universitaria es una gran responsabilidad, y debe ser consciente de su papel estratégico para la sociedad y la institución a la que pertenece. El docente se mantiene siendo la figura que puede cambiar vidas, inspirar, ser ejemplo, pero necesita contar con muchos más conocimientos y habilidades para causar un impacto trascendental y transformador. Escribió el docente colombiano Álvaro Recio que “El educador para el siglo XXI, será un pedagogo-investigador con una honda formación humana y social, de modo que se convierta en agente de cambio de él mismo, de sus alumnos y de la comunidad circundante”. Los docentes que recordamos positivamente, los docentes que nos inspiraron fueron aquellos que dejaron sus conocimientos y su corazón en el aula, aquellos que nos retaron, que hicieron que saliéramos de nuestra zona de confort y superáramos nuestros propios límites, que nos movieron del miedo a la acción, que reconocieron nuestras fortalezas, nos permitieron trabajar nuestras debilidades, y contribuyeron con que entendiéramos nuestro valor individual. Tal y como dijo Malcolm Gillis, presidente de la Rice University: “Hoy día, más que nunca antes en la historia de la humanidad, la riqueza o pobreza de las naciones dependen de la calidad de su Educación Superior”. Conocedores de este compromiso con nuestro país y con la sociedad, en este Día del Maestro, en que celebramos y reconocemos en la República Dominicana la labor docente, reiteramos el compromiso de esta universidad y de sus docentes con la formación de los profesionales que demanda el presente, y de aquellos que harán posible un mejor futuro.

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