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¿QUIÉN EDUCA AL PUEBLO?

Ningún profeta es bien mirado en su tierra

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Maruchi R. de ElmúdesiSanto Domingo, RD

Estamos celebrando el IV domingo del tiempo ordinario y las lecturas tienen mucho que ver con la importancia del amor de Dios. Comenzando con el Profeta Jeremías, donde habla de la profecía a 700 años antes del nacimiento de Pablo: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles. Tu cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país, frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte”.

El Salmo es todo un canto de salvación: “A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame. Se tú mi roca y mi refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío, líbrame de la mano perversa. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías. Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas”.

Pablo en la segunda lectura, a los Corintios, nos habla de la importancia del amor. Esa carta la rezan mucho en las bodas, porque es un tratado de amor cristiano por excelencia. Es una belleza de carta.

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