¡Amarnos unos a otros como Dios nos ama!

Ojalá pudiéramos aprender de las pedagogías de la naturaleza. Ojalá, descifrarles los enigmas al misterio, y despejar las insondables paradojas, y entender la necesidad de adecuarnos a los cambios. Necesarios cambios, para vivir todos en armonía, respeto a la vida, y sin el maltrato con violencia de todo género.

Ojalá, no masticar la indiferencia, con la ingesta del silencio en la impotencia. Ojalá pudiéramos, como las aves, que sin temor a la tempestad, se enrumban a los cielos, con un canto de gratitud a la libertad, y el gozo, que le da retornar alegres, con el alimento a sus implumes hijos en nidos.

Ojalá, pudiéramos realizar a Dios, viéndolo en la diversidad, sin el egoísmo, discrimen y violencia. Ojalá tener la facultad de una visión interna desarrollada, para auscultar la belleza en el alma de la vida, que se engarza en filigranas de almas, que como chispas, son desprendidas uniformes y únicas, de la misma llama de amor y corazón de Dios.

Ojalá, pudiéramos sin dolor comprender, que somos hermanos, que el verbo amar se conjuga, como amor y servicios desinteresados por la obra que se ofrenda, pero sí, interesados, de hacer el bien, por el bien mismo.