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ÁNIMO EN DOS MINUTOS

¿Pastor…? ¿Qué es eso…?

Quien tiene como centro su pobre yo, vive esclavizado por las opiniones y reacciones de los demás. Es una triste veleta.

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Luis García DubusSanto Domingo

Si Jesucristo quisiera hablarnos a nosotros, los dominicanos de hoy, acerca de quién es Él para cada uno en particular, ¿cuál imagen usaría? ¿Con qué o con quién se compararía?

Cuando Él quiso decir quién era, les dijo que él era “El Buen Pastor”, ésta era una imagen perfecta. Ellos sabían exactamente lo que era un pastor. Pues Abraham y Moisés, fueron pastores de rebaños.

Pero, ¿y nosotros…? La mayoría sabemos bien lo que es una montaña, el mar, o una mata de plátano, pero no hemos visto un pastor, puesto que en nuestro país no hay rebaños de ovejas, ni pastores que las cuiden, las protejan, e incluso que estén dispuestos a dar la vida por cualquiera de ellas. Así que, ¿qué imagen usaría el Señor hoy para que nosotros entendiéramos quién es Él? ¿Se le ocurre a usted alguna?

Un pastor tenía tres características principales:

Estar siempre alerta, en guardia, observando con la atención a cada oveja. Dispuesto a afrontar cualquier peligro para proteger a sus ovejas. Ser previsor y protector en medio de situaciones difíciles. Es decir, que no es alguien que manda, es alguien que protege.

En el evangelio de San Juan 10,11-18 el Señor declara lo siguiente:

“Yo vine para que vivan y estén llenos de vida. Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por sus ovejas”.

Y añade: “Yo conozco mis ovejas, y las mías me conocen a mí”. “Yo les doy Vida Eterna, y no se perderán jamás, y nadie me las arrancará de la mano”. (Juan 10,15-29)

En medio del lío que es esta vida, a mí me alegra y me da paz pensar que soy una simple oveja de ese Pastor.

La pregunta de hoy

¿Cómo se convierte uno en oveja de ese pastor?

Es algo que nadie puede hacer por sí mismo. El Señor lo dijo: “Nadie puede acercarse a mí si el Padre no lo atrae”.

¿Se siente usted “atraído” hacia el Señor? Presumo que sí, puesto que está leyendo esto….

Ser oveja de ese Pastor es un misterioso don del Padre, y si usted no ha recibido ese don parece que están por dárselo.

Quien tiene como centro su pobre yo, vive esclavizado por las opiniones y reacciones de los demás. Es una triste veleta.

Dice el Señor que nosotros conocemos su voz, y que Él nos conoce a nosotros, a cada uno en particular, a cada cual por su nombre.

Su voz hay que aprender a escucharla en el silencio, porque no grita, no es un fuego ni un terremoto: tiene la delicadeza de “una brisa suave”.

Es lo único que hacen las ovejas: Dejarse conducir. Y así seremos las más seguras y felices del mundo.

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