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Ánimo en dos minutos: El Señor puede liberarlo

Algo parecido pasa con otros sentimientos fuertes que nos esclavizan: la tristeza, el miedo, el desaliento, la incomodidad. ISTOCK

Algo parecido pasa con otros sentimientos fuertes que nos esclavizan: la tristeza, el miedo, el desaliento, la incomodidad. ISTOCK

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Luis García DubusSanto Domingo, RD

Según el evangelio de San Marcos 1, 40,45

Mi amigo T. L. cayó de rodillas frente a un sagrario alumbrada solo por débil luz y comenzó a llorar abundantemente.

Durante años, había estado siendo atormentado por un sordo rencor, dirigido hacia las personas que lo habían torturado en la célebre cárcel de “La 40”, en tiempos de Trujillo.

En ese momento, en esa capilla, el Señor acababa de sanarlo, concediéndole la capacidad y la potencia de perdonar.

T. L. cuenta que lloró profusamente al sentirse liberado de ese martirizante peso.

¿No le parece a usted que eso fue un auténtico milagro? El hecho de que una persona pueda liberarse de un profundo odio como éste, sólo puede ser explicado mediante una intervención de Dios.

Algo parecido pasa con otros sentimientos fuertes que nos esclavizan: la tristeza, el miedo, el desaliento, la incomodidad, y otros estados de ánimo que hacen sufrir hasta arruinar la vida de una persona.

En el evangelio de San Marcos 1, 40-45, aparece otro pobre esclavo siendo liberado, quien tenía gran necesidad de ayuda: era leproso. Ser leproso en aquella época, equivalía a ser un rechazado.

Y el hombre cae de rodillas, frente al Señor y le dice: “Si quieres, puedes limpiarme”

Y el Señor responde: “Quiero, queda limpio”. “Enseguida se le quitó la lepra y quedó limpio” (Marcos 1, 41-45)

Para los que tenemos la enorme dicha de saber que el Señor está vivo, la siguiente frase tiene un gran significado, puesto que somos testigos de su veracidad:

“Vengan a mí todos los que se sientan cargados y angustiados, porque yo los aliviaré”

El leproso fue donde el Señor hace mucho. T. L. fue hace poco.

Si usted cree que Él está vivo, puede acudir hoy.

La pregunta de hoy Está claro que el señor puede liberarme, pero ¿quiere liberarme...?

Lo voy a relatar algo.

Una madre dijo a un hijo que no corriera descalzo por el patio. El niño no hizo caso a la mamá, y mientras se divertía jugando se clavó una espina. Así que fue donde su mamá llorando.

- “¿Qué te pasó mi hijo?”

- “Que me clavé una espina”... dijo el niño amilanado.

- “¿Estabas corriendo en el patio descalzo?”

- “Perdóname mamá”, – responde – “Me duele, ¡Ayúdame!”

¿Querrá la madre ayudar a su hijo...?

Y si una madre quiere ayudar a su hijo, ¿¡cómo no va a querer Dios ayudarlo a usted...!? Él es quien dice:

“¿Puede una madre olvidarse de su criatura...? Pues, aunque ella se olvide, YO NO TE OLVIDARE”. (Isaías, 49, 15)

Así que Él sí quiere liberarlo. Todo lo que hace falta es que usted, consciente de sus problemas, vaya donde Él y le diga, “Señor, si quieres, puedes...”..

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