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El amor que produce vida

La falta total de amor nos enfermaría a tal grado que desearíamos la muerte. Del amor auténtico, del real

Hoy celebramos la irrupción en nuestro mundo del único amor que produce vida. ISTOCK

Hoy celebramos la irrupción en nuestro mundo del único amor que produce vida. ISTOCK

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Luis García DubusSanto Domingo, RD

El papá estaba enfermo de muerte, a la hija no le importaba, él la había abandonado cuando estaba pequeña, así que no se merecía su amor ni su compasión. Sin embargo, movida por un impulso interior, decidió ir a verlo al hospital que está en la Máximo Gómez.

En la recepción le dijeron: “Hace días que está muy mal. Solo está acostado de espaldas mirando la pared. No quiere hablar con nadie, ni comer. Parece que desea morirse.”

La hija subió a la habitación, le tocó la espalda y le dijo: “Papá, soy tu hija, y sólo vine a decirte que yo te quiero, a pesar de todo…” El papá no contestó, ni se volteó, se quedó en silencio. Y ella se marchó.

Al día siguiente, volvió y le dijeron: “Pidió comida. ¡Parece otro!”. En este caso real, quedó demostrado que el amor produce vida.

¿Sabe? No podemos vivir sin amor. La falta total de amor nos enfermaría a tal grado que desearíamos la muerte. Del amor auténtico, del real. Del que se da sin esperar nada a cambio.

La razón está en dos frases del evangelio de San Juan 1,1-18. La primera dice que a quienes reciben al Señor, Él “les da poder para convertirse en hijos de Dios” (Juan 1, 12). Recibir al Señor significa acoger su Palabra, creer en Él, creerle a Él, dejarse conducir por Él, aceptarlo como Señor.

Y una segunda Buena Noticia dice así: “Porque de su plenitud todos nosotros recibimos, ante todo, un amor que responde a su amor”.

Sí, amigo, ese amor que produce vida existe. Aquí está el origen: Los hijos de Dios lo reciben de su Padre.

En su primera carta, Juan nos lo dice: “Por esto existe el amor: no porque amáramos nosotros a Dios, sino porque Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo único para que nos diera vida”.

Hoy celebramos la irrupción en nuestro mundo del único amor que produce vida: el que se da sin que otro lo merezca, el que se regala sin que el otro tenga que pagarlo, el amor incondicional y gratis.

La pregunta de hoy ¿Es posible para un ser humano ofrecer este amor? Sí, si hemos recibido el poder de convertirnos en hijos de Dios tenemos derecho a pedirle a nuestro Papá que lo infunda en nuestro interior para nosotros poder darlo, perdonar con facilidad, encontrando lo bueno en los demás y amando sin exigencias. Recibir este amor equivale a recibir la alegría y la paz, y el poder de producir vida alrededor. Y este amor hay que pedirlo, porque la capacidad de dar amor auténtico, al igual que la fe, se recibe cuando se pide.”

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