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¿Miserable o cristiano auténtico?

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Luis García DubusSanto Domingo, RD

Evangelio. El de este domingo (Mateo 28,16-20), Ascensión del Señor aparecen estas palabras: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discí­pulos…” ¿Recuerda usted quién fue la persona que lo ense­ñó a santiguarse, es decir, a hacer la señal de la cruz?

Dudo que lo recuerde. Pero estoy seguro de que alguien, cuando usted era muy pequeño, le cogió su mano y le dijo: “en el nom­bre del Padre... y del Hijo..., y del Espíritu Santo...”

Esa persona, en ese mo­mento, fue su primer após­tol. Su apóstol particular.

Y, quien quiera que fuera, lo hizo por amor a usted. Y lo hizo con delicadeza. Por­que quien actúa por amor, hace las cosas con ternura.

En el evangelio de este domingo (Mateo 28,16-20) aparecen estas palabras:

“Vayan y hagan que to­dos los pueblos sean mis discípulos…”

Quizás a usted le parezca que estas palabras no van dirigidas a usted y a mí. Pa­recen más bien estar diri­gidas a personas especial­mente dedicadas a eso.

Pero no, el Señor tam­bién nos encarga a usted y a mí de que hagamos nues­tra parte, en nuestro medio particular, con nuestro esti­lo particular. Algo que nadie más puede hacer.

Es seguro que cerca de nosotros hay personas ne­cesitando recibir la Buena Noticia de que el Señor es­tá vivo y tiene interés por él, al igual que lo que tiene por nosotros.

Actuando con amor y por amor daremos, sin pala­bras, la Buena Noticia con suavidad y ternura, y eso será lo único que ayudará a otro, lo único eficaz.

Es por eso que en las con­clusiones del Documento de Santo Domingo aparece esta frase: “el mejor evange­lizador es el santo”. Es que, sin duda.

Quien cumple a per­fección con los diez man­damientos, todavía no es cristiano. Sino aquel que es fiel al único manda­miento de Jesús: el man­damiento del amor. Ese es el auténtico cristiano. En cambio:

Una persona compasiva anuncia el Reino de Dios sin decir una palabra.

Cito a San Francisco de Sales:

“Serás generosamen­te compasivo alentando a tu prójimo con todo lo que Dios te ha dado. Actuar de otro modo es ser mise­rable. Es tener un cora­zón sin capacidad de amar a nadie, debido a que só­lo buscan ante todo venta­jas, incapaces de servir al otro”

“Los miserables no pue­den sacrificar su alma por otros, porque son incapa­ces de dar de aquello que Yo les he dado”.

Ser un santo es lo con­trario de ser un miserable

¡Ay, si comprendiéra­mos esto…!!!

Ser compasivo como lo fue el Maestro, será “la mejor evangelización.”

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