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Dos minutos

El encuentro personal

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Luis García DubusSanto Domingo, RD

“¿Cómo estás Al­fonso?”, pregun­té por teléfono. “¡Muy bien, magníficamen­te bien!” “¿Cómo...?” pregunté un poco extrañado. “¡Así mismo! - “¡ya no tengo problemas” - Y luego, como explicándome, aña­dió:

“El Señor me habló ano­che...”

“ ¡Voy para allá!,” - dije, y cerré el teléfono.

Cómo era posible que mi querido hermano Alfonso se sintiera tan contento. Te­nía una enfermedad terri­ble e incurable, que lo ha­bía confinado a una silla de ruedas, y se había estado sintiendo muy débil, des­animado y triste.

Cuando llegué me dirigió desde su silla de ruedas una amplia sonrisa. - “¿Qué fue lo que te pasó anoche?” - le pregunté a quemarropa sin esperar siquiera saludarlo.

“Mira Luis”, me contestó, “yo no podía dormir, así que me puse a hablar con el Se­ñor. Y en mi interior, escu­ché claramente esta frase:

“No te mortifiques por cosas sin importancia. lo que importa es que tú y yo somos amigos, y que yo es­toy contigo... lo demás, no tiene importancia...”

El evangelio de hoy (Lu­cas 24,13-25) nos narra una historia parecida. Dos hombres van caminando to­talmente desalentados. Ha­bían creído en un hombre. Habían puesto toda su espe­ranza en él. Y ahora le ha­bían crucificado a su maes­tro y líder. La crucifixión los conturbó.

Un tercer hombre se aña­de al grupo y empieza a pre­guntar, y a explicar. Cega­dos por el desaliento, no lo reconocen hasta que el mis­mo Señor les ofrece pan. Entonces “se les abrieron los ojos y lo reconocieron”.

Aquella Experiencia, aquel Encuentro, produce en ellos un efecto maravi­lloso: su desaliento se transforma en entusiasmo y su tristeza en alegría.

En ambos casos se realiza un Encuentro Personal con el Señor, vivo y resucitado.

Quien no ha vivenciado un ENCUENTRO PERSO­NAL con el Señor resucitado está viviendo una religión heredada, con mucho méri­to en ir a misa y frecuentar los sacramentos sin tener és­ta convicción personal, ésta ilusión de corazón…

La pregunta de hoy

¿Cómo abrirme a este encuentro?

El Señor es impredecible. Esté deseoso y atento. La forma que Él escogerá pa­ra hacerse perceptible por usted, nadie puede saberlo de antemano. Pero si usted está deseoso y atento, Él lo hará en algún momento, en el momento que Él escoja.

Y este ENCUENTRO es al­go personal, tanto así que a veces no puede uno ni expli­carlo. Sólo sabe que sucedió.

Si usted quiere, esta se­mana, cada día, asuma esta actitud:

HOY ESTARÉ ATENTO

Para así, en algún mo­mento,

recibir el don de experi­mentar

LA PRESENCIA AMORO­SA DE

MI AMIGO JESÚS

¿Qué es, para usted, lo que realmente importa en este mundo?.

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