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¿QUIÉN EDUCA AL PUEBLO?

Domingo de la Ascensión

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Muchas ve­ces, al con­tem­plar la situación por la que estamos pasando, tendemos a perder la fe y la confianza en el Se­ñor, porque no entende­mos nada. Y es que las cosas del Señor no si­guen nuestros paráme­tros.

Por eso el Salmo 94 nos pide que escuche­mos la voz del Señor, porque, con cuánta fa­cilidad perdemos la fe cuando las cosas no nos suceden como quere­mos. Nos falta mucha oración y sacrificio para templar nuestro espíri­tu, especialmente en es­te tiempo de Cuaresma. Tiempo fuerte para cre­cer en la fe y en el amor. Pero, ¡qué difícil se nos hace, cuando lo que nos rodea es totalmen­te contrario a nuestros ideales! San Pablo in­siste en la segunda lec­tura, en que “el amor de Dios se nos ha derrama­do en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado”. Pero, no quere­mos tampoco ver, he­mos endurecido nues­tro corazón con las tentaciones del mundo de hoy, y nuestra igno­rancia en las cosas del Señor. Quizás Jesús ten­dría que volver a pre­sentársenos como a la Samaritana, y decirnos a nosotros: “¡Dame de beber!” Para ver si abri­mos los ojos como ella y reconocemos al que nos da “esa agua viva que salta hasta la vida eter­na”.

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