No es un Dios de muertos, es de vivos

Porque para Él, todos están vivos” (Lucas 20, 38). Para el Señor nosotros somos sus hijos y sabemos que aunque muramos, el Señor nos va a resucitar para la vida. En el Segundo Libro de los Macabeos, el autor escribe en el prólogo, que su tarea no le ha sido fácil, y da a entender en el epílogo, que ha quedado satisfecho de su trabajo y espera que le guste a los lectores.

Los Macabeos vienen antes del libro de los profetas y dentro de los libros históricos o bíblicos dentro del Antiguo Testamento, y si vemos el Salmo, está lleno de la esperanza de los Hijos de Dios: “Mis pies estuvieron firmes en Tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque Tú me respondes, Dios mío, inclina el oído y escucha mis palabras, guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de Tus alas escóndeme. Yo al despertar me saciaré de tu presencia”. Los que seguimos el mensaje de Jesús, sabemos que Él nos librará de los hombres malvados, porque la fe no es de todos, pero, el Señor que es fiel, nos dará fuerzas para librarnos del maligno, les dice San Pablo a los Tesalonicenses. En el Evangelio, el Señor hace diferencia entre los casados y los que no lo son, porque en el Cielo serán como ángeles que no se casan, porque ya resucitaron. Amén