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EVANGELIO

Dos Minutos: No pierdan la calma ni la paz...

No hay ningún otro camino que dé tanto, para ahora mismo, y para después también. ISTOCK

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Luis García DubusSanto Domingo

El Señor comienza hoy con esta frase: “No pierdan la calma, no pierdan la paz... no estén intranquilos... no se turben, no se angustien”.

Esta primera idea es fácil de entender. La he expresado de cinco formas diferentes, según cinco distintas traducciones, para que usted escoja la que más le guste. Creo que a usted, al igual que a mí, le gustaría conocer la razón para poder vivir sin estar nunca intranquilo, ni turbarse, ni angustiarse o perder la calma ni la paz. Pues esa razón aparece claramente en el evangelio de hoy.

(Juan 14, 1-12)

Tiene mucho que ver con una frase que vi en la entrada del Colegio del P. Marcial Silva en Arroyo Hondo que dice: “Tu hoy tiene sentido si lleva dentro un mañana”.

Y ¿cuál será el “mañana” suyo y el mío?

Dice el Señor hoy lo siguiente: “En la casa de mi padre hay muchas moradas.” (Juan 14,2). Y añade: “Yo voy a prepararles un lugar” (Juan 14,3). Es decir, que el Señor nos promete hoy un futuro asegurado, con una morada especialmente preparada para todo el que lo escoja a Él como “camino”.

Y cuando terminemos con esta etapa de nuestra vida. Él “saldrá a nuestro encuentro, y nos reuniremos con nuestros seres queridos, y para siempre estaremos con el Señor” (1ra. Tesalonicenses 4,16-17). Este futuro da razón a nuestro presente. Este mañana da razón a nuestro “hoy”. Para los que tenemos la dicha de tener fe, este es el sentido y la razón de nuestra vida.

La pregunta de hoy:

¿qué quiere decir el señor al afirmar “yo soy el camino”?

Esta expresión es, naturalmente, una metáfora. Una persona no puede ser un camino; sin embargo, sí puede ser el medio por el cual usted y yo podamos llegar donde realmente queremos llegar. En una ocasión algunos discípulos del Señor se echaron atrás y abandonaron el camino. Entonces el Señor les preguntó a los doce:

“¿También ustedes quieren dejarme?”.

Y Pedro contestó: “Señor, y ¿a quién vamos a ir? Sólo tú tienes palabra de vida eterna” (Juan 6, 66-68).

Seguir el camino que es el Señor no sólo nos conduce hacia la vida definitiva, sino que, desde ahora mismo, es garantía de apoyo, orientación, fortaleza, consuelo, amistad auténtica, alegría, paz, y sentido.

No hay absolutamente ningún otro camino que dé tanto, para ahora mismo, y para después también. El Señor nos promete que siguiendo su camino, algún glorioso día exclamaremos llenos de alegría: ¡Esto sí es lo que yo siempre deseaba!

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