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Dos Minutos. El hombre en la playa

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Luis García DubusSanto Domingo

El evangelio de hoy narra que siete hombres frustrados alcanzan a ver a alguien en la playaÖ pero volveremos a eso más abajo. Entretanto, permítame contarle el caso actual de otro hombre sumamente frustrado.

“Ya yo no sé ni para qué estoy vivo”, - me dijo Toni, apesadumbrado, - “mi esposa murió hace ya un tiempo., mis hijos se han mudado y han hecho su vida aparteÖ Y mira Luis, a veces pasan tres y cuatro semanas y ninguno me llama. Toda la vida dedicada a ellos, y ahoraÖ nada”.

Puedo imaginarme la tristeza de Toni. Hay momentos en la vida de frustración, sufrimiento, fracaso, desengaño. De sentirse impotentes... en los que se siente uno abandonado, aislado, llegamos a pensar que no vale la pena seguir tratando...

Y en medio de la frustración, estas personas necesitan que alguien “desde la playa” les dé una idea. Una idea orientadora, consoladora, fortalecedora. Pero, “el hombre de la playa” no siempre aparece...

Pues yo creo que sí. Que siempre está allí. Lo que sucede es que no siempre percibimos su presencia, porque estamos demasiado ocupados preocupándonos.

La pregunta de hoy

¿Por qué nos resulta tan difícil percibir la presencia del Señor en nuestras vidas?

Me parece que tenemos que re-entrenar nuestra visión espiritual. Si, si aprende a estar atento, lo encontrará, porque Él está a su lado en este preciso momento de su vida. Y está dispuesto a darle ideas para que usted logre “pescar” y salir adelante. Los apóstoles sabían que el Señor estaba en cualquier parte, Aprendieron a estar atentos... y lo encontraban. Usted y yo, sin ninguna duda, podemos hacer lo mismo. Ahora, le doy algunas claves simples: El Señor, cuando habla, habla muy corto. A veces es una sola palabra, como “ven”, o “paz”, o “ánimo”. Otras son frases como: “yo me ocupo” o “Tú, ven donde mí”, o “Tú, sígueme”. Él habla cuando quiere, y lo que dice, puede ser inesperado. Para escucharlo hace falta estar tranquilo. Su presencia siempre produce paz. Puede hablar directamente, o a través de otra persona, quizás sin que esa otra persona, en su humildad, se dé cuenta de que el Señor la está usando. Pero de todos modos, aunque uno lo pudiera ver en persona, sólo lo reconocerá si “Él le Abre el entendimiento”. Y esto, hay que desearloÖ y pedirlo, en medio de un silencio humilde.

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