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Descubrir lo inmenso de nuestro interior

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

Por el desempeño habitual de nuestro quehacer diario nos impide muchas veces, a no auscultar nuestro mundo interior, y con ello, descubrir la inmensidad de nuestro ser interior; haciéndose la expresión visible del macrocosmos que pedagógicamente se desenvuelve como microcosmos en cada vida humana y espiritual. El filósofo Sócrates enunciaba: “Conócete a ti mismo”. Y para conocerse como tal, lo inicia con una procesión con la que debe transitar el hombre en su interior en la búsqueda y realización de la verdad; y por medio de ella, alcanzar la autorrealización. Todo este transitar interior, permite tolerar y aceptar las deficiencias anímicas, conductuales y emocionales en los otros; puesto que al conocerse uno integralmente, se descubren las mismas patologías endógenas que padecemos.

Luego de todo esto, hay preguntas que presionan a buscar las soluciones a la más profunda incógnita “la vida”, consubstancial al más completo producto, la anatomía del cuerpo. En alguna oportunidad se ha pensado ¿cómo actúa el cerebro, el cual motoriza el sistema nervioso ramificando toda la estructura del hombre para accionarse? La ciencia médica con todos sus descubrimientos y adelantos, no ha contemplado aún el trasplante de este órgano. ¿Por qué? Se entiende que el cerebro contiene todo el caudal de recuerdos, emociones, y lo que más se aprecia en esto, que este funciona como el logos para identificar a la conciencia. Por tanto, sería harto difícil transferir a otro ser dichas vivencias, como son: el patrimonio de experiencias, conocimiento intelectual y espiritual, con lo cual se anularía la individualidad -entidad- como alma y espíritu.

Puede observarse también el sistema circulatorio, el cual es la savia -sangre- que nutre. De igual manera el (ADN) funciona como una Entidad que se hace irrepetible. Por tanto la sangre es el alimento nutricional para corazón y cerebro que lo oxigena con su componente “éter químico” la vida. El sistema respiratorio: aire (Maha Prana) o aliento vital -soplo divino- esencia que lo impregna como El Todo, y que da el ímpetu a la vida con los átomos y moléculas, electrones y protones -campo de luz- hacen que la entidad se haga visible en obscurantismo de la ignorancia. A todo esto se adiciona la psiquis con su ejercito de personalidades que asumen el comportamiento de su atavismo -herencia de su programa kármico- con sus condicionantes internos que estructuran los pensamientos y sentimientos; los cuales se fortalecen por la carga distintiva en positivo y negativo; dando al psiquismo inferior, el poder para accionar al ego o yo contradictorio y egoísta, cuando el hombre se hace corriente y dúctil a la maldad.

Es imprescindible, que el hombre se oriente con el conocimiento de estos conceptos, que impulsan, se discipline con armonía toda su estructura, alineando sus aspectos anímicos, emocionales, psíquicos y de conductual sentimiento; debiendo entender, que todo este complejo esquema obedece a leyes establecidas, y que rigen al gran universo que se integra con sus mismas leyes en el hombre. Y al hacerse consciente el hombre de todo ello, pueda entender, que el conocimiento de su interior, conlleva a expresar sabiduría, y permite por tanto, el desarrollo eficaz para alcanzar los más nobles ideales: Amar y Servir sin egoísmo y sin pasión a todos los seres por igual, con respeto, amor, tolerancia, , y la armonía, que se deriva por la aceptación de la diversidad, donde todos participamos como un todo.

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