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Alégrate, llena de gracia, el señor está contigo’

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Hoy celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción. Una fiesta preciosa y emotiva. La fiesta de la madre de mi Señor, Jesucristo el Salvador. La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que, por una gracia especial de Dios, ella fue preservada de todo pecado desde su concepción. “La historia del dogma de la inmaculada concepción” comenzó con las apariciones de la Virgen en la calle du Bac, París, en 1830. Estas apariciones llevaron a Santa Catalina Labouré a pedir la fundición de la “Medalla Milagrosa” que empezó a acuñarse en 1832. La diseminación de la medalla a lo largo y ancho del mundo católico era un instrumento para la promulgación del dogma de la “inmaculada concepción” de 1854, que fue confirmado magníficamente por las apariciones a Santa Bernardita Soubirous en Lourdes en 1858. El Dogma de la Inmaculada Concepción, “Ineffabilis Deus”, fue declarado por el Papa Pio IX... La bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano”. (Tomado de Rayo de Luz). La concepción fue el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana. María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana.

Es decir, María es la “llena de gracia” desde su concepción. Cuando hablamos de la Inmaculada Concepción no se trata de la concepción de Jesús, quien, claro está, también fue concebido sin pecado. “Dios, inefable, habiendo provisto desde toda la eternidad, la ruina lamentable de todo género humano que había de derivarse de la culpa de Adán, y habiendo determinado, en el misterio escondido desde todos los siglos, culminar la primera obra de su bondad por medio de la encarnación del Verbo, eligió y señaló desde el principio y antes de todos los siglos a su unigénito Hijo, una madre, para que, hecho carne de ella, naciese en la feliz plenitud de los tiempos; tanto lo amó por encima de todas las criaturas, que solamente en ella se complació con señaladísima benevolencia”. Como nos indican las palabras de Pío IX, la concepción inmaculada de la Virgen María es un maravilloso misterio de amor. La Iglesia lo fue descubriendo poco a poco, al andar de los tiempos. Amén.

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