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¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?

El fruto de la justicia es la paz

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Este 22 de septiembre, esta columna cumple 24 años de estar saliendo ininterrumpidamente. Un gran esfuerzo gracias a la ayuda de Dios y a la perseverancia nuestra por querer llevar, aunque sea un solo aliento de esperanza, en el mundo que nos ha tocado vivir. Compartiendo con ustedes, nuestros lectores, un granito de arena en la construcción de una civilización más justa, humana y cristiana.

San Juan Pablo II decía que “la injusticia es lo que trae violencia”, y en las lecturas de este domingo podemos ver que el fruto de la justicia es la paz.

En el Libro de la Sabiduría se dijeron los impíos: “Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida”.

Y es que, para el que toda la vida ha estado sembrando cizaña, le es muy difícil de la noche a la mañana cambiar de proceder. Solamente una gran sanación por obra de Dios lo hace posible. Pero, para cambiar esta mentalidad es sumamente importante un porciento muy grande de comprensión, una virtud muy rara en nuestros ambientes. A los que aspiramos a hacer justicia, nos cuesta mucho actuar en paz, porque la injusticia que nos rodea nos impide muchas veces concentrarnos pacíficamente en nuestras acciones. Tenemos que contar siempre con una comunidad que nos respalde.

El Apóstol Santiago nos dice que los que “procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia”. Pero, ¡¿cómo podremos tener paz, en un país lleno de tantas injusticias producto de tantas cosas mal hechas?! Pero el Señor siempre nos da luz:

“Donde hay envidias y rivalidades hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante y sincera... ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre ustedes? ¿No es de sus pasiones, que luchan en sus miembros? Codician y no tienen; matan, arden de envidia y no alcanzan nada; combaten y no hacen la guerra. No tienen, porque no piden. Piden y no reciben, porque piden mal, para dar satisfacción a sus pasiones”. (Santiago 3, 16- 4,3)

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