Fe dominicana

Los dominicanos tenemos la sonrisa fácil y hemos aprendido a “desviar” huracanes. Con lo de tierra bendita que nos creemos, con fe ciega decimos ante cada tormenta que nos amenaza que no es para nosotros, igual sucede con terremotos y otros fenómenos naturales que vemos ocurrir en otros países. Eso explica que, en nuestra historia reciente, milagrosamente, los huracanes toman un giro que los lleva lejos, e incluso cuando hay temblores las víctimas son mínimas o no las hay.

Nuestras oraciones, no importa en la religión que estemos, surten efectos, porque nacen de la convicción de que Dios vive aquí o viene a dormir todas las noches. Qué distinto sería si en el día a día orientáramos estas energías a quejarnos menos, a dejar de afirmar que cualquier otro país es mejor, y cambiáramos nuestro lenguaje por uno más positivo, que afirmara que avanzamos pese a las limitaciones y que vamos construyendo el país que queremos.