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SENDEROS

Priorizando valores humanos

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

Se hace evidente que cuando el hombre permanece imbuido en las cosas del mundo que le causan excitación a los sentidos, se muestra en él un deterioro progresivo en su capacidad de asimilación. Es necesario algo o alguien, que lo haga reconocer, que las cosas superfluas y banales con las que se compromete erosionan la intimidad de su psiquis. Las fantasías y alegorías del placer, que son producidas por alienantes vicios, provocan el delirio (delirio tremens), la codicia y el egoísmo. Estos dos últimos son los más puntuales nutrientes para el desarrollo y fortalecimiento de la conciencia inferior.

Estos sentimientos ordinarios en el ser crean ansiedad y depresión. Cuando las cosas por las que el individuo se integró e identificó creyendo que las mismas daban felicidad, ahora pierden su valor frente al ego y su ansia de gloria. Cuando esto ocurre, ya con la mente obnubilada, ese mismo hombre compite en una carrera sin meta definida, porque los apegos y deseos del mundo lo convierten en alguien similar al mítico personaje Tántalo: “Tántalo y su austero suplicio.” Cuando atado a un árbol (los vicios) con hambre y sed (las apetencias) que lo hacían desfallecer, veía ante sus ojos el agua fresca y cristalina en la que estaba sumergido sin poder beberla (el conocimiento), haciendo con esto más tormentoso el drama que estaba viviendo. Este es un buen ejemplo para que el hombre entienda que tiene a mano el conocimiento de la verdad y que debe ser el propósito de su vida agradar a Dios. Después advertirá que también propende a satisfacer su sed de felicidad; pero atado a sus vicios no podrá lograrlo.

Es muy triste observar al hombre caminar por el sendero de la iniciación, con traumas en su alma por desoír el llamado de su Yo Superior. Este lo presiona con amor para que dé más vigencia a los valores humanos y espirituales, y así establecer el verdadero equilibrio entre las dualidades en las que se desenvuelve ordinariamente cada día. De esta manera disfrutará de armonía interior la que finalmente se traduce en gozo y bienaventuranza porque se tiene el conocimiento de Dios.

Es obvio, que cuando el hombre decide volver sobre sus pasos, e incursionar con conciencia en su aprendizaje iniciático, para ese momento, ya ha hipotecado su dignidad espiritual y humana con intereses muy altos que no puede solventar por el maltrato moral de su ser. Su conducta se deteriora, con agravantes de dolor, por la ansiedad y la depresión que lo acosa. Sin embargo, se puede inferir que todo lo acontecido previamente se desarrolla en el mundo, haciéndose el mundo el escenario propicio para trascender de una naturaleza inferior (la de los deseos y los apegos) a otra superior (la del sacrificio y la superación), logrando la inminente transformación al desgarrar la vestimenta con la que se vistió con ignorancia el viejo hombre y resurgir la nueva criatura forjada en Dios y por el amor de Dios.

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