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Un nuevo año litúrgico

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Primer domingo del tiempo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico. También conmemoramos el día de San Francisco Javier. Adviento viene de la frase adventus redemptoris: venida del Redentor. Es el tiempo en que se inicia el año litúrgico cristiano. Consiste en un periodo de preparación espiritual para la celebración del nacimiento de Cristo.

Muchas familias se unen en torno a la corona de Adviento y cada domingo encienden una vela hasta llegar al 24 de diciembre. Son 4 domingos.

El Adviento comienza el domingo más próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre.

El tiempo de Adviento nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y nos prepara para el futuro.

Es un tiempo de oración y reflexión, caracterizado por la época vigilante, también es tiempo de arrepentimiento, de perdón y de alegría.

Es el domingo siguiente al domingo de la Solemnidad de Cristo Rey, último domingo del año litúrgico anterior.

Al celebrar el Adviento, la Iglesia invita a meditar en la venida del Señor, la cual se nos presenta en tres dimensiones:

El Adviento Histórico, que es la espera que vivieron los pueblos que ansiaban la venida del Salvador. Va desde Adán hasta la encarnación. Abarca todo el Antiguo Testamento. Nos deja una enseñanza importante con las lecturas de los profetas, y prepara nuestros corazones a la llegada del Señor.

Está igualmente el Adviento Místico, que es un Adviento actual. Es tiempo propicio para la evangelización y la oración que dispone al hombre como persona, y a la comunidad humana como sociedad para aceptar la salvación que viene del Señor. Debemos estar, pues, con el corazón abierto, listo para que entre el Señor. Y el Adviento entendido así es de suma importancia y actualidad.

El Adviento Escatológico es la preparación a la llegada definitiva del Señor al final de los tiempos, cuando vendrá para coronar definitivamente su obra redentora, dando a cada uno según sus obras.

La Iglesia invita al hombre a no esperar este tiempo con temor y angustia, sino con la esperanza de que, cuando esto ocurra, será para la felicidad eterna del hombre que acepta a Jesús como su salvador.

Vamos a aprovechar este tiempo para vivir en armonía, la fraternidad y la alegría que la celebración de la Navidad representa, con el propósito de aceptar a Jesús en nuestros corazones, tanto individualmente, como familia y como comunidad. ¡Amén!

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