SIN PAÑOS TIBIOS

Lecciones desde Valencia

 Cuando hay muertos de por medio, toca andar con cuidado sobre el terreno que se pisa. Las vidas perdidas duelen, y las que se pierden de manera trágica y absurda, no sólo duelen más, sino que tienden a despertar en la gente sentimientos de impotencia, angustia o rabia, que se convierten en combustible de malas palabras y peores sentimientos.

Aunque estas reacciones son perfectamente normales entre deudos o supervivientes de una catástrofe, no luce entre los vivos que hacen de la política u opinión su forma de vida, recurrir a la instrumentalización del dolor ajeno, por lo que están obligados a guardar respetos y formas, aun sea en contra de sus instintos más básicos.

Como en toda gran tragedia donde existan víctimas, la ocurrida con las lluvias generadas por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) en la Comunidad Autónoma de Valencia (España), el 29 de octubre de 2024, no sólo pilló a muchos por sorpresa, sino que, tan temprano como ese mismo día, el manejo institucional de la emergencia (como sus fatales consecuencias en pérdidas de vidas humanas [229] y multimillonarios daños materiales) se situó sobre el fiel de una balanza, en la cual, la verdad oscilaba entre un lado y otro.

Finalmente, luego de un año de estar bajo críticas, cuestionamientos, abucheos, descalificaciones, situaciones familiares, etc., y, tras haber perdido el apoyo de su partido, el presidente de la Generalitat Valenciana –Carlos Mazón– renunció el día de ayer, bajo el argumento de que “ya no puedo más”; no sin antes cuestionar las actuaciones y manejos del gobierno de Madrid frente a la DANA, y también para con el gobierno autonómico… aunque tuvo a bien reconocer que él mismo cometió errores.

Lo de la veracidad o no de sus afirmaciones; la gestión y manejo de la crisis en sus diferentes fases, tanto por Madrid (PSOE) como por Valencia (PP); la negligencia o no de los responsables; las fallas de coordinación o de implementación de las alertas, etc., corresponden a los españoles determinarlos.

Lastimosamente, eso se encuentra en un terreno en donde, llegados ahí, a los políticos les importan poco las víctimas, sino quién carga con la responsabilidad y cómo poder redituar esa culpa en términos electorales.

A pesar lo tardía, la renuncia de Mazón deja algunas enseñanzas para nuestro país. En una sociedad que sigue a la espera del Informe Definitivo sobre la explosión en San Cristóbal (agosto 2023); el establecimiento de responsabilidades sobre los desastres de noviembre de 2022 y 2023; o que aún espera el Informe Definitivo sobre el colapso del Jet Set (abril 2025) y el sometimiento de los responsables a la acción de la justicia; la renuncia de las autoridades competentes que no ejercieron su función con responsabilidad–sea por decencia, sentido del honor o presión ciudadana–, ni siquiera constituye una ilusión con la que pueda soñar el más ingenuo de los tontos.

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