Desde mi pluma

La tarea eternamente pendiente

¿Hacia dónde están mirando nuestras autoridades policiales? Es la pregunta que nos hacemos todos los ciudadanos al ver cómo, día tras día, aumentan los atracos, los robos y las víctimas de la delincuencia, sin importar si son ancianos, mujeres o niños, si ocurre de día o de noche, si hay cámaras o testigos.

Enterarnos de cómo muere una persona en su propia casa a manos de desaprensivos antisociales que ingresaron de madrugada para robar, por citar solo uno de tantos ejemplos trágicos que acaparan titulares y enlutan familias, es verdaderamente desgarrador.

La realidad es que se está dejando ganar terreno a la criminalidad, y eso es peligroso. Qué triste y vergonzoso resulta vivir con el miedo constante de no estar seguros en ninguna parte.

Ya es suficiente para muchos el tener que lidiar con el peso contado, con la incertidumbre de si podrán cubrir los compromisos a fin de mes, o con la deficiencia de otros servicios básicos. A esa carga se suma ahora el sobresalto de pensar que en cualquier momento alguien puede arrebatar lo que se ha conseguido con tanto esfuerzo.

Repito: nuestras autoridades policiales nos están quedando a deber. De nada servirá hablar de reformas si estas no se reflejan en la vida cotidiana, en la seguridad real de la población, en la tranquilidad de nuestras familias. Tampoco valdrán los planes ni las estadísticas si la gente en las calles no percibe un cambio tangible.

La seguridad ciudadana no puede seguir siendo una promesa, tiene que ser un hecho. El Estado, sin importar la gestión, está en la obligación de garantizarla y la sociedad de exigirla, porque un país con miedo simplemente no avanza.