ENFOQUE

Plastofobia: el miedo que bloquea soluciones reales en sostenibilidad

¿Realmente todo plástico es enemigo de la sostenibilidad? ¿Es el problema el material, o lo que hacemos con él una vez termina su vida útil? En la discusión global ha surgido una nueva fobia: la plastofobia. Un rechazo casi automático al plástico, donde cualquier uso de este material es percibido como sinónimo de contaminación. Aunque parte de una preocupación legítima por los problemas ambientales, esta visión puede estar desviando la discusión de lo verdaderamente importante: ¿cómo gestionamos los materiales durante y después de su uso?

Lejos de ser un enemigo absoluto, los plásticos son en realidad materiales importantes para la economía mundial y dominicana. ¿Podríamos sostener hoy nuestra seguridad alimentaria, los servicios de salud, el transporte o la construcción sin plásticos? Difícilmente.

En República Dominicana, el sector de plásticos está conformado por más de 470 empresas, genera alrededor 42,000 empleos directos e indirectos, registra ventas anuales por encima de RD$59,000 millones y exportaciones que superan los $US700 millones de dólares (ADIPLAST & MICM, 2025). Estos datos confirman la magnitud de su aporte económico y el fuerte encadenamiento productivo del sector con la agroindustria, construcción, farmacéutica y zonas francas.

Ahora bien, si reconocemos su valor económico y funcional, debemos preguntarnos:

¿De dónde vienen los plásticos? Muchos de ellos tienen su origen en el petróleo, el cual es transformado mediante procesos industriales. Pero entonces, ¿por qué los plásticos terminan en los ríos, en los mares y en los ecosistemas? ¿El plástico camina por sí solo hacia el mar? La respuesta a esta pregunta nos devuelve siempre al mismo punto: fallamos como sociedad en la gestión responsable de los residuos.

Cuando la cadena de gestión falla, ya sea por falta de educación, debilidades en la logística de recolección, deficiencias en la infraestructura de reciclaje o ausencia de normativas claras, los residuos plásticos terminan contaminando ecosistemas y afectando la salud pública. Y recordemos que un plástico mal gestionado puede persistir muchos años en el ambiente.

Al mismo tiempo, es importante entender que los plásticos han penetrado todos los sectores productivos, desde los empaques alimentarios, tuberías agrícolas y dispositivos médicos, hasta piezas automotrices, componentes electrónicos y materiales de construcción. Precisamente por su utilidad, no podemos permitirnos caer en debates emocionales que bloquean soluciones técnicas. No es el plástico el problema, es el sistema de gestión que lo rodea.

Superar esta plastofobia requiere debates más informados, regulaciones basadas en ciencia, inversión responsable y educación desde edades tempranas. Las oportunidades están claras:

• Desarrollar bioplásticos y biomateriales locales, aprovechando los abundantes residuos agroindustriales que tenemos, como ya hacen empresas a nivel global.

• Incentivar modelos de reciclaje avanzado y logística inversa, como algunas iniciativas emergentes en el sector privado que trabajan en nuevas plantas de recuperación de PET y plásticos duros.

• Impulsar normas nacionales claras, alineadas con los estándares internacionales y las nuevas normativas ISO sobre economía circular (ISO, 2023).

• Fortalecer alianzas público-privadas para mejorar la infraestructura nacional de recolección, clasificación y valorización de residuos.

Es importante destacar que la República Dominicana cuenta con un instrumento técnico clave: el Mapa de Ruta para los Residuos de Envases y Embalajes de Plástico, desarrollado bajo un proceso participativo multisectorial (GIZ, Ministerio de Medio Ambiente, AIRD & MICM, 2023). Este documento identifica con claridad los ejes estratégicos que el país necesita abordar: fortalecimiento de la economía del posconsumo, reducción del littering, ecodiseño, desarrollo normativo, formación ciudadana, mejora de los sistemas de información y trazabilidad, e inversiones en infraestructura de reciclaje.

Por supuesto, cada ciudadano tiene un rol fundamental: reducir el consumo de plásticos innecesarios, separar de forma correcta los residuos y optar por productos más sostenibles. Pequeñas acciones cotidianas, sumadas a decisiones estructurales, pueden generar un impacto transformador.

Pero debemos ser claros y honestos: si continuamos postergando las decisiones de fondo, el escenario que enfrentaremos será cada vez más crítico. Los plásticos seguirán acumulándose, los costos ambientales y económicos crecerán, y perderemos oportunidades estratégicas como país.

En definitiva, el debate real no es “plástico sí o plástico no”, sino cómo integrar los plásticos dentro de una economía sostenible, inteligente y basada en evidencia científica. Superar la plastofobia no es minimizar el problema ambiental, es abordarlo con responsabilidad y visión de futuro. Solo así podremos construir una economía sólida en República Dominicana.

El autor es Profesor e investigador Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC)

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