ENFOQUE
Para no olvidar
Lo acontecido en la madrugada de este fatídico 8 de abril es la tragedia de toda una generación. Nos marcará por décadas. Nada prepara para la tragedia y más aún, cuando ocurre bajo las circunstancias de esta y con el alcance social, familiar y personal de lo acontecido. No podemos abarcar el dolor con palabras. Todos tenemos un conocido, conocida o allegado entre los afectados, ya sea de forma directa o indirecta. Es el tipo de acontecimiento que quedará en la memoria de la sociedad dominicana más allá de clases sociales y preferencias particulares.
El trauma colectivo tendrá un efecto perdurable en las familias dominicanas y en cada uno de nosotros, que nos obligará a mirar la seguridad con otros ojos. Toda la solidaridad para las familias afectadas de forma directa es poca y nuestro amor y aliento debe estar con ellos más allá de estos días.
Vivimos en la sociedad del riesgo y la matriz de complejidad que la define va de lo global a lo local. Un virus generado en Asia o en cualquier otro lugar, viaja tan rápido en un avión que paraliza la economía global. Una decisión sobre políticas arancelarias volatiliza los mercados internacionales e incrementa la percepción global de riesgo sistémico. Una crisis política o climática impulsa la migración forzada de personas generando conflictos con repercusión política y social de alcance insospechado. Con todos los beneficios que supone la interdependencia estratégica, no pueden obviarse sus riesgos ya que co-dependemos de esas imbricaciones y matrices de complejidad. Por tanto, desde la perspectiva de la sociedad del riesgo los Estados (gobiernos nacionales, subnacionales y locales) y los servicios y bienes públicos que administran, son más relevantes que nunca. Esta situación le otorga un sentido más holístico a la palabra seguridad y su gobernanza, entendida más como la debida administración de los riesgos. La pandemia es el reflejo más reciente de cómo la resiliencia se construye con capacidades y mejorando la gobernanza de la seguridad, pero olvidamos muy pronto.
Quienes nos dedicamos a la modelación de problemas complejos (cambio climático, ecosistemas, innovación), estamos familiarizados con el concepto de “tipping points” o puntos de inflexión, ese momento en el que los pequeños cambios acumulativos se magnifican por algún factor interno o externo (generalmente algún evento extremo), que los intensifica generando un cambio de trayectoria o de comportamiento sistémico o estructural que puede conducir al colapso. Pensando en la tragedia, la cadena de responsabilidades va más allá de la administración del negocio colapsado y por eso, como sociedad no debemos olvidar lo ocurrido y honrar la memoria eterna de los hermanos y hermanas que se nos han ido a destiempo. Por eso y como ciudadanos de la sociedad del riesgo, el dolor de la tragedia debe dar paso al aprendizaje y la memoria inteligente, no puede ser sustituida por el olvido.
En tal sentido y dada la escala y magnitud de lo ocurrido, el estado dominicano más allá de la diligencia debida de las instituciones competentes que expliquen el colapso y exijan responsabilidades, debe comisionar una investigación internacional independiente. Dicha investigación debe ser transparente, interdisciplinar, rigurosa, exhaustiva y realizada por expertos reconocidos en el análisis de desastres como estos. Esto así no porque en el país se carezca de las capacidades para ello, sino por la debida distancia emocional, legal y profesional que esto requiere. El resultado debe ser políticas y normas redefinidas, así como la articulación de capacidades que modifiquen la manera en que se construye y fiscaliza en el país como parte de la gobernanza de la seguridad. República Dominicana se merece algo como esto para reforzar su imagen como destino seguro, pero sobre todo para honrar la memoria de las víctimas.
Dicho esto, en el lugar de la tragedia debe levantarse un espacio memorial que nos recuerde la pérdida, pero que también nos obligue como sociedad a fortalecer la cultura de la seguridad, del cumplimiento de las leyes y de las normas que minimizan los riesgos de tragedias prevenibles. Paz y consuelo a las familias.