SIN PAÑOS TIBIOS

Los dos países

La “ley de impenetrabilidad” de Newton es una consecuencia de los principios de la mecánica clásica. A saber, que dos cuerpos no pueden ocupar un mismo espacio al mismo tiempo. Como en toda regla, en República Dominicana encuentra la excepción. En un mismo territorio coexisten al mismo tiempo dos países.

Uno, el de la paz social; el crecimiento sostenido por décadas; la estabilidad macroeconómica; incremento favorable de todas las variables; grandes reservas internacionales; política monetaria consistente; sistema financiero y de pagos eficiente; y, un largo etcétera;

El otro, con uno de los mayores desórdenes de tránsito del mundo; el sistema de salud en el suelo; la educación como epítome del fracaso público tras derrochar US 40,000 millones; justicia inservible; sueldos de miseria; con un sistema de seguridad social que se proyecta como insuficiente para lograr sus fines; la seguridad ciudadana cuestionada; y, lo que es peor, la existencia de un sentimiento generalizado de frustración… Ese convencimiento generalizado de que nada cambiará, que impulsa a decenas de miles de dominicanos (de todas las clases sociales) a emigrar cada año, buscando en otros países las oportunidades de crecimiento y bienestar material que aquí no encontraron.

¿Cómo puede pasar esto? ¿Cómo, mientras todos los indicadores constituyen la envidia regional y funcionan como incentivos de migración extranjera e inversión de capitales externos, el dominicano “promedio” ha “tirado la toalla”? Las autoridades dirán que no, y no sólo estas, sino todas las anteriores también. Es difícil para nuestros políticos entender (no digamos que aceptar) que, pese a lo bien que en teoría estamos, la sociedad dominicana se resiente en cada núcleo familiar –sin importar el quintil, incluyendo las de ellos– cuando un integrante “se va” (porque tiene pocos recursos) o “se queda” (cuando tiene suficientes y, aún así, decide echar raíces en el país a donde fue a estudiar), por ejemplo.

La lluvia de este fin de semana (y la de siempre) tiende a mostrar en toda su crudeza esta disparidad inexplicable; la de una ciudad con un crecimiento inmobiliario de lujo de vértigo, cuyas calles se inundan porque sus drenajes no funcionan. Las mismas calles, los mismos lugares, los mismos drenajes… año tras año. Que recursos no hay muchos, lo sabemos; que a pesar de las limitaciones las alcaldías intentan hacer su trabajo, también. El problema es el marco mental que condiciona todo, porque no importa gobierno, partidos o administración, la reacción será la misma. La inmediatez política y el horizonte de las próximas elecciones condicionan qué hacer y qué no; en qué gastar y en qué economizar.

Los dos países son antítesis uno del otro, y, sin embargo, en cada esquina se encuentran, se entrecruzan, se complementan, y uno define al otro. Ninguna ilusión puede mantenerse por mucho tiempo, así sea que el tiempo se cuenta en la escala de la historia, no de individuos o vidas personales; y, tarde o temprano, tendremos que decidir cuál país realmente somos.