opinión

La República Dominicana ante la tormenta regional

La República Dominicana ha sido durante años un punto de estabilidad institucional, crecimiento económico y dinamismo turístico en una región que con frecuencia enfrenta inestabilidad y corrupción. Pero en un Caribe marcado por crisis superpuestas—la desintegración del Estado en Haití, la expansión de redes criminales transnacionales, y el cierre de rutas migratorias hacia EE. UU. bajo la nueva administración Trump—el país se encuentra en el umbral de un desafío estratégico que no puede ignorar.

La pregunta ya no es si la República Dominicana enfrentará las nuevas olas del crimen organizado regional, sino cuándo y cómo responderá. Y, sobre todo, si decidirá liderar una respuesta coordinada y multilateral que incluya a sus vecinos y socios hemisféricos.

Frontera frágil, amenazas móviles

El colapso institucional en Haití ha tenido efectos devastadores a ambos lados de la isla. En Puerto Príncipe, bandas armadas dominan zonas enteras, el gobierno ha sido incapaz de restablecer el orden, y las operaciones de ayuda humanitaria han sido forzadas a retirarse.

Pero estas bandas no operan en un vacío. La porosa frontera domínico-haitiana ha permitido la expansión de redes de tráfico de armas, personas y drogas. Reportes confiables indican que armas compradas en Florida han llegado a Haití a través de puertos dominicanos, mientras que estructuras criminales utilizan territorio dominicano como plataforma de reabastecimiento y lavado.

Este riesgo es aún mayor en el contexto actual, con el nuevo cierre casi total de la frontera sur estadounidense, que ha desviado la atención y la logística de las organizaciones criminales hacia rutas alternas. El resultado es una reorientación estratégica de los carteles y mafias: si antes se beneficiaban del tráfico de personas hacia EE. UU., hoy se reinventan como redes diversificadas de crimen sofisticado.

Crimen organizado versión 2.0: innovación, tecnología y territorio

Las organizaciones criminales que antes operaban exclusivamente en narcotráfico o contrabando hoy diversifican su portafolio delictivo, actuando como conglomerados ilícitos transnacionales. Las tendencias más preocupantes en el Caribe y la región incluyen:

• Narcotráfico marítimo reforzado: La costa dominicana, desde Montecristi hasta Pedernales, ya figura en informes internacionales como zona de tránsito clave hacia Europa y Norteamérica.

• Extorsión y microextorsión digital: Delitos como el “sextorsion”, fraudes en plataformas de pago y ataques tipo ransomware están en crecimiento, afectando tanto a pequeñas empresas como a instituciones públicas.

• Tráfico humano y explotación sexual: Con la caída del flujo migratorio regular, las redes de trata han reconvertido rutas hacia nuevas formas de esclavitud moderna.

• Crimen ambiental como fuente de financiamiento: En regiones como la Sierra de Bahoruco y el suroeste, la deforestación ilegal y la minería clandestina ya representan economías paralelas bajo control criminal.

• Captura institucional silenciosa: En países como Venezuela y Haití, el crimen ya no solo desafía al Estado, lo sustituye. República Dominicana aún está lejos de eso, pero el riesgo existe, especialmente en zonas fronterizas y puertos sin suficiente vigilancia.

Liderazgo regional, pero con blindaje ético

Ante este nuevo mapa del crimen, la respuesta no puede ser ni aislada ni reactiva. La República Dominicana está en una posición privilegiada para liderar una arquitectura de seguridad regional moderna, pero ese liderazgo debe ejercerse con inteligencia estratégica, no desde una lógica de contención militarista, sino de integración preventiva y sistémica.

Se necesita un Pacto de Seguridad Caribeño, con las siguientes características:

• Participación activa de organismos multilaterales, como la OEA, el BID, la CAF, y el PNUD, no solo como financiadores, sino como garantes de transparencia e integridad.

• Centros regionales de fusión de inteligencia, con protocolos de respuesta transnacional ante amenazas cibernéticas, narcotráfico y trata de personas.

• Fuerzas conjuntas en vigilancia marítima y fronteriza, respetuosas de derechos humanos, con entrenamiento común y criterios interoperables.

• Mecanismos de integridad y control interno, que incluyan pruebas de polígrafo, monitoreo financiero y auditorías cruzadas de oficiales.

• Espacios de cooperación judicial y fiscal, para que ningún actor político pueda blindarse detrás de la impunidad nacional.

Cumbre de las Américas: una oportunidad estratégica

En 2025, la República Dominicana será sede de la próxima Cumbre de las Américas, un espacio ideal para poner sobre la mesa esta propuesta. Más que discursos diplomáticos, el Caribe necesita pactos verificables, con cronogramas, recursos y voluntad política.

Ser anfitrión no solo es un honor, es una responsabilidad. Y para la República Dominicana, es una oportunidad única de posicionarse como arquitecta de una nueva etapa de cooperación hemisférica frente al crimen organizado.

Conclusión: prevenir antes que lamentar

Mientras Haití se desangra, mientras los carteles reconfiguran sus rutas y negocios, y mientras Estados Unidos cierra filas fronterizas, la República Dominicana debe asumir el momento histórico. Tiene el capital político, la estabilidad institucional y la legitimidad regional para actuar.

Pero el tiempo no está a nuestro favor

O se construye una muralla de gobernanza regional—basada en la cooperación, la legalidad y la vigilancia ética—o se abrirá la puerta a una captura criminal que tarde o temprano cruzará todas las fronteras.