SIN PAÑOS TIBIOS
Happy hour nuclear
Es curiosa la forma en que emergen los pensamientos de la nada. La manera única del sapiens de visualizar otra realidad en su mente a partir de la abstracción pura y simple; de perderse en el océano de la intrascendencia humana, y, de repente –¡Zas!– surge la imagen, la idea, el concepto.
Creamos realidades dentro de nuestro cerebro que primero existen ahí –inmateriales e inasibles–, y después las convertimos en realidades tangibles, aprehensibles y reales. El cerebro es una máquina de serendipias poderosa que nunca para; la más sofisticada herramienta jamás creada… ¿o por crear?
En lo que se manifiesta la singularidad tecnológica; en lo que emerge de la nada esa otra realidad inminente e imparable que es la Inteligencia Artificial (IA); sólo nos resta disfrutar del breve tiempo que nos queda de supremacía intelectual en el planeta.
En lo que ocurre esa “emergencia”, y, a posteriori, se auto organicen todos los procesos de dependencia, interdepencia o subordinación de nuestra civilización a la de las máquinas; y se verifiquen todas las realidades proyectadas y escritas en torno a ello, da igual si será “la rebelión de las máquinas” o un apocalipsis nuclear. Algo que no es descabellado pensar, ya que todo lo que los humanos sueñan, tiempo después lo convierten en realidad… y esta vez no será diferente.
Por esa razón, no debería sorprendernos que los sistemas de defensa en algún momento queden a cargo de programas de IA, y que todo el análisis de la data arrojado por los detectores de alerta temprana queden a cargo de una inteligencia superior, capaz de calcular en tiempo récord todas las variables posibles frente a la detección de un posible ataque, y, por qué no, reaccionar de todas las formas y maneras posibles.
Los teóricos de la seguridad dirán que no, y los políticos harán lo que mejor saben hacer: mentir. Lo cierto es que, ninguna potencia correrá el riesgo de quedarse de último en la carrera, ni mucho menos renunciar al poder (temporal) que otorga ser el primero en poner a la IA a cargo de la respuesta nuclear. En los hechos, la civilización humana, tal como la conocemos, tiene fecha de caducidad. Lo del “cuándo” y “dónde” es un ejercicio teórico irrelevante, lo importante es el “qué” y el “cómo” de una realidad indetenible.
Vuelvo y pienso en la imagen del misil volando, la IA reaccionando (¿o fingiéndolo todo?) y me espanto ante la idea de que nadie repare en que las máquinas no tienen moral, y que las leyes de la robótica sólo existieron en la mente de Asimov.
Cierro los ojos e imagino el estallido del misil. Abro los ojos y no estoy muerto ni en el cielo, sino en Local 3, sentado en la barra, con ella a mi lado y sus ojos me miran… lo más cercano al cielo que existe aquí en la tierra.