Peña Gómez: “No se preocupen por mí, preocúpense por el país”
Este 10 de mayo se cumplen 27 años de la muerte de José Francisco Peña Gómez. Su ausencia pesa más que muchos discursos vacíos que hoy saturan la política dominicana. Falleció en 1998, pero su ejemplo de dignidad, ética y entrega al pueblo continúa siendo un faro para quienes aún creen que la política puede ser decente.
Peña no conquistó al pueblo con promesas decoradas, sino con coherencia, valentía y sensibilidad social. Nació en la pobreza, fue huérfano y discriminado, pero nunca predicó el odio. Su vida fue una lucha constante por los de abajo, y su lema “Primero la gente” no era una consigna electoral, sino una forma de vivir.
Un líder con raíces profundas
Peña Gómez no necesitaba fingir cercanía con el pueblo: él era el pueblo. Desde sus orígenes humildes, construyó un liderazgo basado en la palabra, la acción y la convicción. Defendió a obreros, campesinos, mujeres y jóvenes. Su ética no era de salón, era de calle, de barrio, de comunidad.
A diferencia de muchos, nunca usó la política para enriquecerse ni para dividir. No buscó poder para sí mismo, sino para transformar vidas. Esa coherencia ética es lo que lo volvió inmortal en la memoria popular.
Hasta el final, pensó en el país
En septiembre de 1996, sabiendo que enfrentaba una enfermedad terminal, Peña dio un mensaje que aún estremece: “No se preocupen por mí, preocúpense por el país.” Esa frase resume su vida. Aun en el dolor, pensaba en los demás. Aun en la debilidad, se mantuvo firme.
Peña no pidió compasión. No manipuló su situación. Mostró, hasta el final, que la política podía ser noble, si se ejercía con sentido de justicia.
¿Dónde están hoy sus herederos?
Muchos dicen ser peñagomistas. Algunos citan su nombre, otros colocan su imagen. Pero pocos siguen su ejemplo. Ser peñagomista no es repetir “Peña vive” en cada acto. Es gobernar como él pensaba. Es escuchar al pueblo, luchar por los excluidos, y mantener las manos limpias.
Peña no dejó fortunas ni propiedades. Dejó principios. Dejó una forma de hacer política que hoy parece olvidada, pero que sigue siendo urgente.
Un legado vivo
En este nuevo aniversario de su partida, más que rendirle homenaje con palabras, deberíamos hacerlo con hechos. Rescatar su ejemplo no es nostalgia, es necesidad. Peña demostró que el poder puede usarse con decencia, que se puede servir sin robar, que se puede liderar sin traicionar.
Hoy, más que nunca, el país necesita retomar la ética popular de Peña Gómez: servir sin robar, actuar sin dobleces y gobernar pensando en el pueblo, no en uno mismo.
“No se preocupen por mí, preocúpense por el país.” —José Francisco Peña Gómez
joaquinjoga@gmail.com

