Sangre que salva: La urgencia silenciosa tras la tragedia del Jet Set
La madrugada del 8 de abril, la República Dominicana se estremeció con la dolorosa tragedia ocurrida en la icónica discoteca Jet Set, en el Distrito Nacional, cuyo desplome dejó víctimas atrapadas bajo los escombros y un país entero con el alma en vilo.
En las primeras horas, el clamor era claro: rescatar con vida a quienes permanecían bajo la estructura colapsada. Sin embargo, una segunda urgencia, igual de vital, se impuso para los organismos de emergencia: contar con sangre suficiente, segura, tamizada y del tipo exacto para salvar a los heridos.
¿De dónde proviene esa sangre que se convierte en esperanza líquida? De la solidaridad de los dominicanos, que hoy han suspendido sus rutinas para donar, motivados por el dolor colectivo. Personas comunes que, sin pensarlo dos veces, se han convertido en héroes silenciosos.
Esta respuesta ciudadana vuelve a confirmar la inmensa sensibilidad social de nuestro pueblo, pero también desnuda las profundas debilidades de nuestro sistema de salud en tiempos críticos.
Porque, mientras cientos acuden a los bancos de sangre con la mejor voluntad, cabe preguntarse:
¿Tenemos capacidad para almacenar, procesar y utilizar toda esa sangre de forma oportuna?
¿Contamos con los reactivos suficientes más allá del fervor de estos días?
¿Estamos preparados para un desastre mayor como un terremoto, donde la movilidad sea imposible y no se pueda donar? ¿Contamos con el personal médico y bionalistas suficientes para desarrollar jornadas masivas en el país? O algo más sencillo, contamos con los insumos y equipos adecuados para responder a los que hoy desean sumarse a donar?
La respuesta, lamentablemente, es no. A pesar de esfuerzos notables, como la creación de la Red de Donantes de Sangre en 2021, apadrinada por el presidente Luis Abinader, y el desarrollo de programas innovadores como el drone delivery para emergencias y el sistema de trazabilidad de la sangre, ninguno de estos recursos ha sido implementado plenamente ni protocolizado. Las iniciativas siguen frenadas por falta de voluntad institucional, integración intersectorial y visión estratégica.
La tragedia del Jet Set no solo nos conmueve; nos alerta. Hoy, la sangre que salva vidas depende del azar y la buena voluntad, no de un sistema sólido. Y cuando más la necesitamos, nos encontramos improvisando, rogando, corriendo contra el tiempo.
Pero además, en este mismo momento también hay personas que necesitan sangre con urgencia para intervenciones quirúrgicas, partos, accidentes de tránsito, tratamientos de falcemia, entre otras condiciones críticas. ¿Quién atiende sus solicitudes mientras?
Es hora de pasar del discurso a la acción. De asegurar que el país cuente con una política pública nacional de donación y gestión de sangre, sostenida, moderna y humana. Que se reconozca y apoye a quienes desde hace años han trabajado este tema sin descanso. Porque mientras la sangre siga dependiendo del momento y no del sistema, seguiremos perdiendo vidas que podrían haberse salvado.
Hoy, Jet Set nos dejó muchas heridas abiertas. No permitamos que la más profunda sea la de la indiferencia.