UN MOMENTO
Dos caminos, una belleza
La belleza de un pecador arrepentido que se acerca a Dios puede igualarse también a la belleza de un alma noble y pura que evita, a toda costa, caer en el pecado. Aunque sus caminos parezcan opuestos, ambos reflejan una grandeza espiritual que conmueve profundamente. El primero, desde su fragilidad, demuestra humildad, deseo de transformación y valentía de reconocer sus errores. El segundo, desde su fortaleza, expresa una vida de disciplina, integridad y fidelidad constante. Ambos, en su entrega, revelan un amor sincero por Dios y una búsqueda auténtica de la verdad.
Esta comparación no busca minimizar el valor de la pureza ni glorificar el pecado. En ambos casos, hay belleza: en la lucha por levantarse y en la firmeza por mantenerse en pie. Y en ese equilibrio entre caída y firmeza, se manifiesta el misterio profundo del corazón humano frente a Dios. Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.