Tribuna del Atlántico
Friusa en primavera
Desde 1968, año que marcó un hito en las protestas estudiantiles, los movimientos sociales son el reflejo de sentimientos que se van incubando en sectores de la población y que se manifiestan ante el llamado de grupos casi siempre liderados por jóvenes, preferiblemente en primavera.
La Primavera de Praga, el Mayo Francés, las protestas estudiantiles en México, que culminaron con la masacre de la Plaza de Tlatelolco, bien entrado el otoño, para sólo citar algunos.
Andando el tiempo, abrían de venir las protestas de la plaza de Tianamen, la Primavera Árabe, etcétera.
Decir que la marcha de la Antigua Orden Dominicana, efectuada el domingo en Friusa en la provincia que concentra el grueso de la inversión turística del país y por lo tanto una de las más activas en materia de construcción, nos tomó por sorpresa, no sería exacto.
Hace semanas se venía hablando de ese evento.
Como tampoco aplica el término, “infiltrados”, para quienes se montaron en la ola del nacionalismo para proyectar sus proyectos políticos, todos habían anunciado su presencia allí y habían promovido la actividad de forma militante. Lo mismo que hizo el PRM, con la Marcha Verde, en su momento, como consecuencia de lo cual, figuras prestantes de ese movimiento participan en instancias del gobierno.
Lo que probablemente nadie calculó, fue el impacto que ese acontecimiento tendría en el país.
Que nadie se llame a engaño, el país entero estuvo pendiente de Friusa, antes, durante y después de la marcha, provocó el mayor despliegue militar de que se tenga memoria y que terminó con un incidente que muy bien pudo evitarse.
El rol de ese despliegue militar y policial era evitar incidentes y garantizar la paz, a juzgar por lo que han dicho, los “infiltrados” y periodistas que cubrieron la marcha, las fuerzas militares presentes habrían iniciado la agresión, llegan incluso a decir que haitianos apostados en techos de edificios lanzaron piedras y botellas y que esa conducta no fue reprimida por las fuerzas del orden.
El domingo quedó demostrado que no se necesita un certificado de bachiller para convocar protestas, como no se necesita para ser presidente de la República, ya que no es un requisito constitucional.
Pero sobre todo ha quedado demostrado que el tema migratorio está dentro de los que movilizan a la población dominicana, que hoy en día tiene una genuina preocupación por el asunto.
Friusa es un repique de campanas, al que debemos prestar atención.
Las campanas nos están llamando a poner límites al desborde migratorio, a establecer verdaderos controles en una frontera que tantas veces depende de las necesidades económicas de un guardia que dormita a las 11 de la noche.
Pero también es un llamado de alerta al sectores como la construcción, la agricultura y hasta el turismo, que han descansado su desarrollo, en mano de obra extranjera barata, sin seguridad social, ni mucho acceso a la justicia.
Apostar a contener la ola migratoria es ciertamente un compromiso de todos, que implicará un sacrificio de los sectores que han dependido de ese desorden, para su crecimiento, so pena de convertir a Friusa en una primavera dominicana de la que puede salir cualquier invento, incluso la emergencia de la figura autoritaria que algunos anhelan.
Prestemos atención al mensaje que nos deja, más allá de si fue la Policía o si fueron, “los infiltrados”, para que Friusa no sea nuestra primavera.