Cita literaria
La frustración de un lector
La lectura es una forma de viajar sin moverme del sitio, de conocer mundos, vivir historias y reflexionar sobre la vida. Sin embargo, a medida que avanzo en la adultez y mis responsabilidades se multiplican, encontrar tiempo para leer se ha convertido en un desafío titánico. Me frustra ver mis libros acumulándose en los estantes, esperando ser leídos. La sensación de que el día no tiene suficientes horas para todo lo que quiero hacer se ha vuelto una constante.
El trabajo, las obligaciones familiares, las tareas domésticas y la inmediatez del mundo digital absorben cada instante de mi día. Recuerdo con nostalgia aquellas épocas en las que podía perderme por horas entre las páginas de un libro sin interrupciones. Ahora, cada intento de retomar la lectura se ve interrumpido por un correo urgente, un mensaje de WhatsApp o el agotamiento tras una jornada extenuante.
La lectura ha pasado de ser un placer cotidiano a un lujo ocasional, una actividad que debo planificar con anticipación para lograr disfrutarla sin culpas ni distracciones.
Mi frustración crece cuando el deseo de leer choca con la realidad del tiempo disponible. He intentado con audiolibros, leer en trayectos cortos o antes de dormir, pero la sensación de no avanzar en las historias sigue pesando. No se trata solo de la falta de tiempo, sino de la imposibilidad de desconectar y concentrarme completamente en una historia. Leer es una actividad que requiere concentración y calma, y muchas veces, al intentar hacerlo, mi mente sigue divagando entre pendientes y obligaciones por cumplir.
Me he dado cuenta de que este problema no es exclusivo mío. Muchos lectores apasionados comparten esta frustración y buscan estrategias para recuperar ese espacio tan valioso en sus vidas. Algunas personas optan por establecer pequeñas rutinas, como leer diez minutos al despertar o antes de dormir. Otros llevan siempre un libro consigo para aprovechar tiempos muertos en el transporte público o en salas de espera. Aunque parezcan medidas simples, pueden marcar la diferencia cuando se trata de mantenerse en contacto con la lectura.
Otra estrategia que he intentado es reducir mi consumo de contenido digital pasivo. Pasamos incontables horas desplazándonos por redes sociales o viendo series, actividades que, si bien pueden ser entretenidas, muchas veces nos quitan el tiempo que podríamos dedicar a un buen libro. Al tomar conciencia de este hábito, he empezado a hacer un esfuerzo consciente por elegir la lectura en lugar de la pantalla cuando tengo un momento libre.
No se trata solo de disfrutar de una historia, sino de alimentar mi mente, enriquecer mi vocabulario y expandir mis horizontes. Leer sigue siendo una necesidad emocional e intelectual, y encontrar el espacio para ello, aunque sea con esfuerzo, es mi forma de resistir ante la vorágine de la vida adulta. Al final, mi amor por los libros siempre encuentra su camino, aunque sea en pequeños fragmentos robados al tiempo.