SIN PAÑOS TIBIOS

Días de truenos

La historia reseña que, en los Alpes bávaros, la noche del 21 de junio de 1941 fue particularmente hermosa. El cielo se tiñó de un rojo carmesí espectacular. En el silencio de la noche iluminada, mientras todos los presentes en el Berghof contemplaban la escena, Hitler tuvo una epifanía ante esa imagen –propia de una sinfonía de Wagner–, y sólo quienes estaban muy cerca de él pudieron escuchar cuando dijo: “Que Europa contenga el aliento”.

Y fueron pocos, acaso quienes sabían que a pocas horas comenzaría “Barbarroja”, la invasión nazi a la Unión Soviética. La temida guerra en dos frentes que el Estado Mayor alemán siempre evitó, para no repetir el error de la primera guerra… y tenían razón.

Si en el universo clausewitziano la guerra es la continuación de la política por otros medios, en la historiografía marxista la guerra es el escalón violento de la lucha por los mercados. Porque la razón última de todo conflicto es el dominio total de los medios de producción de un país frente a otro; la superposición de la relaciones de mercado –y de clase– de una élite sobre otra.

Tan pronto como la globalización empezó en su modalidad eurocéntrica –allá por el siglo XVI– las naciones acudieron a los aranceles como armas definitivas con las cuales zanjar diferencias en materia de producción y comercio. Nacía así el mercantilismo, doctrina económica que dominaría el intercambio comercial entre naciones por un par de siglos, y que, en momentos aciagos –cuando los números no cuadran, se pierden colonias, se deshace el dominio monetario mundial y se replantean nuevos bloques comerciales a la par que se pierde también competitividad y eficiencia en la producción y exportación de bienes y servicios–, está ahí, disponible para ser aplicado por cualquiera que esté dispuesto a poner reversa a la historia aunque sea como mecanismo de presión; a manera de preámbulo intimidatorio para lograr renegociaciones con socios viejos y nuevos.

Que Trump haya declarado la guerra comercial a sus principales socios –México, Canadá– y a China; que haya amenazado directamente con hacer lo mismo con la Unión Europea, y que en el patético affaire Petro haya dejado claro que está dispuesto a usar los aranceles como armas de destrucción económica masiva si no se pliegan a sus deseos/designios/intereses, sólo viene a certificar que a partir de hoy, martes 04 de febrero, la humanidad comienza a transitar un sendero peligroso; un campo económico y político minado en donde cualquier paso en falso puede terminar en tragedia.

Con una guerra comercial declarada en tres frentes, y amenazas de hacer arder el mundo en la hoguera inflacionaria, Trump aprieta el acelerador mientras los demás contienen el aliento… o titubean. Tiempos aciagos nos tocarán vivir como individuos, sociedades y países. Toca pensar y actuar en frío, pues como dijo García Naranjo, estamos muy lejos de Dios, y muy cerca de Estados Unidos.

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