Don Bosco educador
Hoy los salesianos, la Familia Salesiana y la Iglesia celebramos la fiesta de San Juan Bosco. Un hombre con un rico perfil de personalidad: sacerdote, fundador, santo, místico, profeta, patriarca de la Familia Salesiana, servidor de los jóvenes y clases populares, educador, un santo social, evangelizador, sanador y escritor.
Me quedo con Don Bosco educador. Su labor la desarrolló en el siglo XIX, momento en el cual se estaba difundiendo la idea de que la educación debía llegar a todos los estratos sociales y no solamente a la clase alta. En este escenario, el Santo de los jóvenes presenta su propuesta educativa a favor de los más pobres de los pobres. Realmente una respuesta contundente que también acogió un sinnúmero de santos de ese tiempo, a los que se les denominó “los Santos Sociales del ochocientos”.
Sin lugar a dudas, el Santo turinés fue un educador, no un pedagogo. Es decir, él se dedicó al arte de educar o de enseñar y no a las ciencias educativas. Entre sus propuestas más importantes citamos: “el Sistema Preventivo en la Educación de la Juventud”, donde se exponen los conceptos fundamentales de su método formativo y se especifica el principio animador de su acción educativa; “el Reglamento para las Casas de la Sociedad de San Francisco de Sales”, indica el marco dentro del cual debía desarrollarse la obra educativa; y finalmente, “la Carta de Roma”, donde se resaltan las normas y principios para una enseñanza válida con los jóvenes.
Su propuesta educativa hace gala de un factor distintivo: que la relación educativa debía efectuarse en un ambiente de familiaridad. En efecto, “La familiaridad, el afecto y la confianza” son, las tres palabras claves de su pedagogía. Toda acción educativa debía partir de la familiaridad. La relación educador-educando está movida por el afecto sano y transparente. El abuso de poder es totalmente contrario a la familiaridad y al afecto; por tales motivos no tenía cabida en su sistema educativo. Don Bosco no admite eso de que “quien te hace llorar es quien te ama” o “que la letra entra con sangre”. El principio que rige a Don Bosco es otro: la letra entra con la familiaridad, con el afecto y con el amor.
Por supuesto, considera que los castigos no hacen mejor a nadie; solo suscitan amargura, resentimiento, rencor, ira y jamás se olvidan. Por eso, el superior es un educador, un padre, un hermano y un amigo. Esto es así porque “para ganar los corazones de los jóvenes es necesario hacerse amar”. El lema es: “procura hacerte amar antes que hacerte temer”. El educador salesiano ve a los jóvenes con “los ojos del corazón”. La Carta de Roma recoge unas once veces el término “amor” y dieciséis veces los derivados “amar” y “amados”. Solo educa quien ama. Además, Don Bosco fundamentaba su sistema educativo en la confianza. Esta se logra estando como amigo entre los muchachos. Cuando el educador habla con “el corazón en la mano” el educando abre su corazón al educador.