SIN PAÑOS TIBIOS
¿La Cancillería está haciendo el trabajo?
En los hechos, el Estado haitiano no existe, pero en la práctica, su diplomacia sigue funcionando eficientemente. Para un país que esencialmente subsiste de la cooperación, contar con un cuerpo de diplomáticos competentes es esencial.
La Cancillería dominicana entiende la naturaleza del conflicto, pero no los nuevos escenarios en los cuales se dirime, y esto vale para las administraciones anteriores. Sin ir más lejos, entre la sentencia TC 168-13 y la actual crisis del canal, nos descuidamos diez años y, sin embargo, quienes trabajan construyendo percepciones negativas en torno a nosotros, no perdieron ese tiempo.
No se trata de notas diplomáticas, declaraciones conjuntas u otros arcanos decimonónicos. Para un país que buena parte de sus ingresos derivan del turismo y los negocios que hacemos con el extranjero, la percepción que se tenga de nosotros es fundamental; y esto pasa en una era en la que dicha percepción se construye por canales no ordinarios, esos donde tradicionalmente no se desenvuelve la diplomacia.
Más allá de tardíos y escuetos tuits, notas de prensa y declaraciones a medios para consumo interno, en realidad, ¿somos conscientes que el pleito se ganará afuera, no adentro?, ¿qué hace nuestra Cancillería para combatir esta ofensiva contra el país en el terreno que se está librando?, ¿hemos contratado a agencias de lobby especializadas que coadyuven a trasmitir nuestra versión en los círculos de poder de los países en donde nos interesa hacerlo?
En la era de las redes sociales, “fake news”, “deepfake”, audio libros, podcasts, etc., ¿nuestro cuerpo diplomático tiene competencias, herramientas, insumos e instrucciones para entender que la capacidad de las nuevas generaciones de investigar, leer y formarse una opinión objetiva sobre el tema será anulada por la facilidad con que los creadores de contenido —con decenas de miles de “views”— posicionarán la noticia que ellos entiendan?
En un escenario donde quienes manejan las redes están más preocupados en buscar “likes” y generar notoriedad que, en encontrar la verdad, la figura de algún diplomático dominicano acreditado en su país, hablando en el periódico sobre tratados de 1929 y demás galimatías, les debe resultar incomprensible.
El canal es sólo una escalada en el conflicto soterrado que llevamos con Haití desde hace tiempo. Sus élites políticas y empresariales saben que la mejor solución (por partida doble) a sus problemas somos nosotros; primero, porque expulsan población y quitan presión al “Estado” y su necesidad de proveer servicios; segundo, porque acceden a nuevas vías de ingresos de divisas, por concepto de remesas, para poder mantener en funcionamiento su descalabrada economía. Para complicarlo todo aún más, en un ejercicio de suprema irresponsabilidad, la comunidad internacional, entiende que la solución más barata al problema haitiano es la solución dominicana.
Esa claridad estratégica que nuestros contrarios exhiben se refuerza con la unidad que se da en torno a la consecución de esos propósitos, cuando aquí ocurre precisamente lo contrario, y la unión entre los dominicanos, brilla por su ausencia.