El dedo en el gatillo
Conversación con Ángel Valdez
Propongo a un técnico medio para enfrentar esta rutina y no a un profesional capacitado para empeños mucho más acordes con estudios superiores cumplidos, con los libros que leyó y con madrugadas enteras tratando de hacer suya una verdad.
Cuando creí coger al periodismo cogido por las barbas, este me cogió. Un Ángel tocó a mi puerta. No quise escucharlo entonces, pero la pregunta quedó en aire. Y la hice mía: “Todavía no estás listo”. La experiencia sucedió en la Redacción Central de Radio Habana Cuba, cuando, recién obligado a renunciar en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, un gran amigo no se detuvo hasta sentarme allí a redactar notas de prensa a partir de cables internacionales llegados a la redacción vía teletipos. Aquellos aparatos simulaban lo que hoy se conoce como “bajar noticias” de aparatos digitales. Las agencias de prensa han simplificado su vida pero, en aquel tiempo, no era así. La maquinilla de escribir era entonces mi acompañante. Después, fue sustituida por computadoras con funciones similaes a los viejos carteros.
El oficio no pudo ser peor. En esa labor permanecí varios meses hasta que mi gran amigo comprobó que no daba pie con bola. Y me ubicó frente a un micrófono en la Revista Informativa de la Mañana, para desde allí producir el segmento cultural. Y allí sí navegué a mis anchas. Me dediqué a investigar sobre la vida y la obra de valiosos artistas.
Con palabras similares relaté esta experiencia al joven colega Ángel Valdez, cuando cumplía la encomienda de bajar noticias de las redes sociales para el “Home” de Listín Diario Digital. Sucedió una de esas tantas noches tedopsas en la sede de la redacción, mientras la calle era un hervidero humano de hechos desconocidos que pedían a gritos ser incluidos en reportajes que pudieran llamar la atención a los miles de lectores que esperaban noticias frescas, ángulos distintos. Le comenté mi experiencia cubana con un fin lúdico: éramos profesionales sin recursos suficientes para recorrer calles y provincias en busca de lo nuestro.
La Inteligencia Artificial es una serpiente venenosa. Rescatar su piel puede ayudar a entender su importancia escondida en las paredes del tiempo. Para algunos, el periodismo se ha convertido en una profesión menos neurálgica. Ya admite bostezos y sobresaltos. Necesita que vuelva su función de punta de lanza. Se podrá cumplir esa odisea cuando todo se reintegre a su lugar, y la forma deje de importar más que el contenido.
Ángel Valdez tuvo que soportar esta aparente explicación para entender el aburrimiento de hoy. Pasar días y horas frente al computador para bajar noticias ya hechas, elaboradas y propuestas es peor que la encomienda a un profesional con deseos de terminar su jornada como rastreador de un producto propio en sitios donde la sangre vibre más de cerca.
La mecánica que nos impone la falta de recursos obliga al profesional que ha pasado cinco años soportando malas tardes y noches sentado en un pupitre a la buena de Dios, a bajar noticias de la Internet como ciruelas que caen de un árbol para ser llevadas a la industria en busca de procesamiento y envase.
Propongo a un técnico medio para enfrentar esta rutina y no a un profesional capacitado para empeños mucho más acordes con la realidad nacional, con los libros que leyó y con madrugadas enteras tratando de hacer suya una verdad.
Me imagino la inexistencia e inoperancia de puentes levadizos en pleno siglo XXI. Aquellas infraestructuras del ayer que ayudaban a separar la niene de la escarcha, pudieran simular a los teletipos de ayer que, en su contexto, fueron muy efectivos, pero hoy aprenden a dormir. La diversidad de las nuevas tecnologías incorpora magia digital, y la sociedad se envuelve en las redes de un colectivismo con pocos glóbulos rojos para equilibrar oferta con demanda. Dicho en otras palabras, pienso cómo alguien puede hacer crecer unmaizal sin exceso de recursos.
En mi caso personal, solo genero un modesto salario para sobrevivir. No puedo llenar de periodistas el Listín ni comprar vehículos, equipos digitales, ni mucho menos otorgar salarios atractivos, ni pagar la justa liquidación a quienes desean abandonar el barco el día que el sol sale por Occidente. Solo tengo una cabeza llena de ideas fuera de contexto y empeñadas en buscar lo que nadie hará en favor del profesional de la palabra. Perdón por lo que digo. No critico nada, ni a nadie. Hablo así porque una mosca ronda mi cabeza y me hace confundir presente con pasado. Me retrotrae cuando, sentado en una silla de la Redacción Central de Radio Habana Cuba, esperaba una patada que me echara de allí por mi ineptitud para redactar notas de los teletipos que, al siguiente día, serían papeles destinados al pasto de las cabras.
Es posible que no tenga razón. Me gusta navegar contracorriente. O que me tilden de arcaico y obsoleto. Pero pertenezco a una generación que no mira el volar de palomas mensajeras. Pero eso no me inhibe a gritar en alta voz. No soy un plátano verde sin freír que alguien pueda tragarse.