Los tiempos del Papa negro

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Según el Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, fuente principal de todos estos artículos, Jan Roothaan, el vigésimo primer superior General jesuita (1829 – 1853), fue apodado el Papa Negro en Roma. Roothann conocía el apodo.

Los romanos le endilgaron el mote, porque semanalmente se reunía con Gregorio XVI (1831 – 1846), al decir de Giuseppe Manfredini, secretario privado de Roothaan. Según Prosper Guéranger, Roothaan gozaba de un influjo determinante sobre el papa, pero el Diccionario Histórico lo pone en duda. Guéranger señalaba cómo Roothaan había logrado del papa la aprobación de la fundación de la Abadía de Solesmes, pero se sabe que Roothaan no cabildeó ante el papa, sino ante un grupo de cardenales. Además, ya para entonces “… Gregorio XVI había formado sus propias ideas claras y distintas respecto a la Iglesia, a la doctrina y a la política, mucho antes de su relación con Roothaan. No necesitaba que le fuera ofrecida una visión global”.

La única vez que Roothaan

participó en un asunto relevante fue luego de la condena de las ideas de Georg Hermes en 1835. Hermes sostenía la posibilidad de un conocimiento natural de Dios. Roothaan formó parte de eclesiásticos que en 1836 escucharon a dos discípulos de Hermes defenderlo, ¡porque en ese momento se habían ausentado de Roma los únicos dos consultores que hablaban alemán!

Gregorio XVI no consultó a Roothaan cuando en 1832 exhortó a los polacos a no rebelarse contra la opresora Rusia; ni cuando la resistencia católica irlandesa contra Inglaterra, o durante la rebelión belga. Tampoco el futuro Gregorio XVI había consultado a Roothann, cuando siendo prefecto de Propaganda Fide, había reconocido a las flamantes repúblicas independientes de América ignorando las quejas del piadosísimo y donjuanesco Fernando VII. A Roothan tampoco lo tuvieron en cuenta cuando el papa examinaba los pronunciamientos católico-liberales del Padre Felicité Lamennais (1832 y 1834).

En cambio, fue Gregorio XVI, entusiasta de las misiones, quien invitó a Roothaan a renovar el espíritu misionero de la orden. Lo hizo en su carta de 1833 fomentando el deseo de ir a las misiones extranjeras. ¡Más de la mitad de los jesuitas escribieron a Rooothaan ofreciéndose para ser misioneros! Roothaan apagó fervores románticos. “Quería que los misioneros evangelizasen, sin imponer la cultura europea, y que se hiciese lo posible por formar un clero nativo”.

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