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La creatividad en las estrategias de la educación superior para el bienestar y desarrollos cultural, tecnológico y económico

Al empezar a teclear estas consideraciones, un motivador debate sobre la creatividad desencadenada, expresada o lograda mediante tecnología, ocurre en naciones donde la Inteligencia Artificial (IA) está logrando permear un espacio anteriormente reservado a lo más arcano del espíritu que, según Hegel, buscan concretarse sensiblemente.

Acontece que, según narra el encabezado principal de la edición sabatina de ayer de reuters.com, Tom Halls y Blake Brittain confirman una historia casi de ciencia ficción, relativa al conflicto emergente entre los creativos y los desarrolladores tecnológicos a causa del impacto y roles de las tecnologías sobre la creatividad y la legitimidad de los derechos derivados.

“Humanos contra máquinas: la lucha por los derechos de autor del arte de la IA” es el título de esa narración. En ella, el hecho periodístico cardinal vino a ser la negativa de las entidades de regulación de los derechos de autor de los Estados Unidos (copiright.gov) y del Reino Unido (copyrightservice.co.uk) a mantener la certificación de derecho emitida a favor de “creadores” que para realizar sus contenidos usaron intensamente la IA.

Como había de esperarse, esto ha generado el debate porque como los resultados “creativos” dependen mucho de los códigos, las funcionalidades y el procesamiento de los algoritmos que los programas de IA pueden posibilitar, las empresas tecnológicas que desarrollan programas de IA orientados al área gráfica alegan —¿con sobrada razón? —, que el derecho sobre los resultados les corresponde.

Adicionalmente —narran estos dos comunicadores— los propios programas de IA navegan en la web prácticamente subsumiendo lo que publican otros, por lo cual los creadores de contenidos, especialmente de imágenes, videos y gráficos colgadas en la web para uso publicitario y comunicacional, disponibles para la venta, consideran que otorgar tales derechos a cualquiera de los dos anteriores actores —“creativos” y empresas desarrolladoras de IA— constituiría, en sus propias palabras, legitimar el robo de propiedad intelectual o creativa.

El revuelo ocurre en las arenas de los libros para niños y a causa de Kris Kashtanova, a quien le fue retirado el derecho que se le había concedido sobre historietas creadas mediante IA: su obra “Zendaya saliendo por la puerta del Central Park”, la cual procesó en Midjourey, “un programa de inteligencia artificial similar a ChatGPT que produce ilustraciones deslumbrantes a partir de indicaciones escritas”, gracia al cual pudo generar “Escenas de ciencia ficción del futuro vacío de Nueva York”; y su “Zyra of the Dawn”, de 18 páginas, “sobre un personaje parecido a la actriz Zendaya que deambula por un Manhattan desierto cientos de años en el futuro”.

Fue en febrero 2023 cuando, según Halls y Britain, la oficina de derechos de autor de USA revirtió el certificado emitido, “despojándola de la protección legal” para el arte realizado mediante IA.

¿La razón? “No fueron producto de la autoría humana”, según la Oficina, un prerrequisito normativo para emitir dicho derecho, negado previamente a una persona que lo había solicitado para una canción “creada por el Espíritu Santo”.

La creatividad: superación multi factorial de los límites y lo previsible

La imagen que se ilustra la referida publicación de Reuters.com establece válidamente el dictamen de la Oficina de Derechos de autor de USA, pues hasta ante los ojos de los ignaros en arte el resultado que arroja esta “creatividad” obtenida mediante IA no supera el nivel de copia simple, burda y basta. Aunque, eso sí: también, refinada y edulcorada mediante agotadas estrategias de embellecimiento, hasta hacerla producto para ese tipo de consumo empalagado característico de “delikatessen” y gift shop que entre los especialistas de arte se denomina kitsch.

Aunque no se formula en esta directiva, la creatividad es la base de la propiedad de los autores o del denominado copyright. Es el grado de pertenencia, su referencia a una inventiva personal lo que se reconoce. No se otorga al producto carente de ella ya que se niega a resultados anidados a la sombra de la historia de una forma sistemática e insistente que cesa en persistir, aun remozándose externamente. Aunque las oficinas de derecho de autor del mundo, admitan como merecedoras del “copyright”, versiones variantes en determinados grados respecto a un resultado previo o establecido. En el arte, sin embargo, la exigencia es mucho más severa porque en este ámbito como original se aspira a lo desconectado, descontextualizado y opuesto a los referentes anteriores o validados.

La creatividad vs las epistemes foucaultianas

Esto hace de las praxis creativas la aspiración de las pesquisas de museos y coleccionistas, desde que Napoleón fundó la primera colección de objetos procedentes de geografías y culturas muy allende París. La “rareza” —entendida como forma desconocida de ser de los “otros”—, lo “extraordinario” y lo “novedoso” se asumieron como paradigmas centrales de los museos y de la creatividad a partir de 1848. Al entregar información sobre los rasgos de otras culturas y del largo camino de la civilización occidental, se constituyeron en instrumentos didácticos que continúan válidos, como requisito, en los museos cuya razón misional permanece vinculada a educar, incluso a través de objetos cuyo interés generatriz distó de cualquier fin pedagógico —como las artes de las vanguardias, post vanguardias, etc.—, pues su formulación, estrategias de elaboración y otros factores característicos rechazaban los fines cognoscentes que tanto animan al público, a los especialistas y a las iniciativas museísticas y de los coleccionistas, quienes continúan tras la caza de lo irregular, lo que rompe o altera los paradigmas, rechaza regodearse en paradigmas pre-existentes o vigentes, océano en el cual navegan las opciones “creativas” de la IA y de la que se nutren los “creativos” que consideran que decir una frase referenciada al ordenador permitirá lograr un resultado “creativo” en una matriz que sólo alimentada sólo por lo conocido.

Adoptando los términos de lo característico de Foucault —“Las palabras y las cosas, una arqueología de las ciencias humanas”, 1968—, la creatividad arrastraría e ingresaría a sus practicantes a esos territorios de las discontinuidades metódicas y generalizadas referidas por Revel (2014). Equivale decir a un relativo o absoluto rompimiento persistente con el pensar, imaginar, saber, hacer y jugar heredados. A una discontinuidad plena, gnoseológica y formulante, que termina configurando un entorno contradictorio a la episteme y en cuya contrariedad inicia, navega o se establece el punto de partida de otra.

Es por lo cual establecer la diferencia se impone; una que aunque nace con altas posibilidades de “contaminación” tecnológica es una de las nuevas vías para perfeccionar la expresión y, a la vez, aumentar la productividad a partir de esos rompimientos. Perfeccionamiento expresivo aquí significa alcanzar correspondencia entre lo previsto y el resultado anti epistémico. De manera que no se trata de lo que un ordenador, mediante un programa equis, pueda ser capaz de hacer u ofrecer una vez alimentado con la preexistencia, lo epistémico. Al contrario, se trata de lo que el “espíritu creador” es capaz de buscar en el ordenador. El punto de origen es el ente reflexivo, motivado e intencionado estética y conceptualmente; una formalidad diádica —figuración renovada, renovante y significante— y estrategia perceptual-comunicacional de ruptura.

La educación superior —técnica, estética y conceptual— de los creativos se impone como requisito de valor y apremiante en estos diversos momentos ya que el resultado “creativo” depende del grado de pertenencia y dominio de los mismos en y por una personalidad creadora en un entorno de producción creativa tecnológicamente cualificado.

El mundo editorial y la inteligencia artificial

De historias sobre New York y otras ciudades post apocalípticas están saturados la Internet, los comics y los contenidos ofrecidos por las plataformas streaming. Y aunque los temas son eternos, New York, como ciudad, tiene unas predefiniciones tan imponentes y condicionantes de su concepto y formalización que resulta altamente difícil crear un Nueva York nuevo, por lo cual sus posibles abordajes resultan retadores y, además, riesgosos de incorporar lo derivado de narrativas recurrentes. El reto a superar es evitar carecer de total creatividad aunque, es innegable, no de toda posibilidad innovadora, esto es lograda mediante la modificación parcial de sus atributos por medio de la sobreimposición sobre ellos de preconceptos formalizantes como envejecimiento, naufragio, despoblamiento, abandono, agresión guerrerista (incluso nuclear); acompañados a la vez por estrategias procedentes de la intensidad discurso aportadas desde el drama (trágicas, dramáticas, cómicas), las tecnologías (pixelación, binarización, etc), cromáticas, alienización, etc., etizantes, etnizantes, chauvinizantes y otras, cuyo impacto, a la vez, son previsibles desde el tipo de enfoque y encuadre: macro, micro, zoom, extra zoom y otros, en sus modalidades fotos microscópicas, a escala natural, heroicas, satelitales, macroscópicas y demás.

Se está, entonces, ante un conjunto de opciones, nada novedosas ya aunque sí renovantes, cuya utilización no es posible aceptar como propias de alguien ni constituyen elementos de valor para definir la originalidad de un resultado creativo que pretende el copyright.

Las exclusivas e incompartibles características de las artes

A la par de lo anterior, es harto conocido el amurallamiento o insularidad en que discurren los discursos creativos, esto es de las disciplinas de las artes, a partir de El Renacimiento y producto de las progresivas especializaciones de las expresiones, sus soportes, medios y tecnologías. Cuando un escritor percibe una imagen y desea expresarla, los elementos que para él son valiosos difieren de aquellos que lo serían para un diseñador gráfico, artista plástico, visual o fotógrafo. Las nociones cualitativas del espacio arquitectónico, y su expansión conceptual tampoco adquieren, para otros “creativos” sin estudios arquitectónicos, el poder estético-conceptual y formal que para un profesional que ejerce esta disciplina con el requerido sobre marcado interés renovador o innovador.

Ese sobre marcado interés por lo expresivamente propio sólo es perceptible por aquellos con esa vocación o sensibilidad, por quienes cuentan con el sistema neuronal predispuesto por sus ADN para aceptar esas convenciones o lo han entrenado y educado para ello, pues, sépase, el arte y la creatividad no laboran en torno a realidades sino en torno a convencionalismos innatos o formados.

Lo cual nos lleva a resaltar el rol importante que la educación científica y tecnológica a nivel superior ha venido a adquirir para los creadores, desde las artesanías a las demás artes, por sus potencialidades para aportar al endurecimiento de los referidos dos prerrequisitos de la creatividad. Esta también ha venido a ser un ámbito, como se ha dicho muchas veces, de importancia medular para el desarrollo de bienes y servicios con altas posibilidades de incidir en el desarrollo socio económico y cultural de las naciones y de las comunidades, a través de la entrega y difusión de contenidos, praxis y objetos “ciudadanizantes”, cuyo ingreso a los mercados creativos impulsa a la vez el avance tecnológico, la ocupación y el bienestar de los actores en él participantes.

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