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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Pónganle un EPD al boletín del Covid

La última muerte por Covid-19 fue reportada por el Ministerio de Salud Pública el 4 de agosto de 2022.

Ese deceso fue el número 4,384 desde que se detectó el primer caso de SARS-COV-2 en el país, en marzo de 2020, cifra que se ha mantenido “inalterable” durante poco más de siete meses.

Según los recientes boletines de la Dirección de Epidemiología de la cartera sanitaria, se registra una baja sustancial en solicitud de pruebas, contagios e internamientos, lo que se atribuye a la vacunación y a la inmunidad de rebaño que generó la variante ómicron.

No pongo en dudas que en los últimos meses haya bajado el impacto del nuevo coronavirus, que tanto terror provocó al principio por su elevada capacidad de transmisión y letalidad.

Lo que sí estoy seguro es que esos boletines hace tiempo que no reflejan el comportamiento de la pandemia, aunque debo aclarar que nunca ha sido así por el subregistro en el manejo de estadísticas en el país.

Un ejemplo del subregistro bien ilustrativo. Una persona sufre un accidente de tránsito y otra intenta suicidarse, pero no fallecen en el momento, sino semanas después a causa de un paro cardiorrespiratorio por las secuelas que les dejaron esos eventos. Ambos fallecimientos serán registrados a causa de paros cardiorrespiratorios, pero no entrarán a las cifras de decesos por accidentes de tránsito y por suicidios.

Sin estadísticas confiables ningún país puede formular políticas efectivas de prevención, una de las principales debilidades que tenemos en República Dominicana, sin importar el sector.

Ha sido una costumbre de los gobiernos ocultar y maquillar cifras, especialmente en materia de salud, una forma de proteger otros sectores “más importantes” para la economía, como el turismo, que si alcanza cifras récords “confiables” cada mes en entradas de visitantes.

Ese factor incide en que ignoremos la cantidad real de contagios por cólera, para solo citar un ejemplo.

Y como las cifras de contagios reportadas oficialmente son tan insignificantes, la gente pierde cuidado y termina haciendo caso omiso a las medidas de prevención que pregonan las propias autoridades. Y con razón, para qué cuidarse de enfermedades con una incidencia tan baja.

Al final, uno sabe que las muertes por Covid-19 han sido mucho más de las 4,384 reportadas, pues a partir de ese inmutable número, hasta figuras públicas fallecieron por el virus, aunque esos decesos no entraron a las cifras oficiales.

Recuerden que el 10 de septiembre de 2021, la Junta Central Electoral (JCE) reveló que las muertes por Covid ascendían hasta ese momento a 8,656, cuando el Ministerio de Salud Pública tenía contabilizados 4,014 decesos por el coronavirus, una diferencia de 4,642.

La JCE expuso en ese momento que sus datos habían sido minuciosamente depurados, ya que la exclusión de las cifras de muertes por Covid impactaba en la integridad y confianza del padrón electoral.

La respuesta de Salud Pública fue que los documentos de la JCE son llenados al vapor cuando ocurre la muerte y no necesariamente reflejan un diagnóstico certero.

Ese debate terminó cuando la cartera sanitaria le puso un tapabocas a la JCE –quizás para evitar un contagio con el tema-, bajo el argumento de que era la única institución autorizada para ofrecer cifras del virus.

El ocultamiento y la manipulación de cifras sobre el comportamiento del Covid no es un fenómeno exclusivo del país, se está dando en la mayoría de las naciones del mundo, pese a que informes recientes indican que el virus sigue matando alrededor de 1,000 personas diario en el planeta, una cantidad todavía bastante elevada.

Se registran menos contagios porque se han reducido drásticamente las pruebas diagnósticas y, gran parte de la población, recurre a las caseras que nunca se reportan.

Incluso el sitio para monitorear el virus en tiempo real creado por la Universidad Johns Hopkins ya fue cerrado. Su sentencia es que se ha deteriorado la confianza en los organismos de salud pública que ofrecen los datos sobre el virus.

Todo eso ocurre cuando epidemiólogos han advertido que las variantes actuales de ómicron tienen unas 100 diferencias genéticas en comparación con la original del coronavirus. Y también citan que, en cualquier momento, el virus podría mutar para volverse más transmisible y hasta más letal.

El más reciente boletín, número 1094, emitido el pasado viernes registró apenas seis contagios, 31 casos activos y 354 muestras procesadas en las últimas 24 horas.

Como los boletines del Covid-19 en el país se centran actualmente en presentar un virus agotado, desde el punto de vista de su capacidad de transmisión y letalidad, lo ideal sería ponerles un punto final, porque ya no tienen razón de ser.

Ya hasta los propios medios de comunicación hacen poco caso a esos reportes, pese a que por casi tres años han sido fuente para brindar al público informaciones de interés. La población tampoco les presta atención, pues hace tiempo que vive como si no existiera la pandemia.

Así que mi consejo a las autoridades del Salud Pública es que le pongan un EPD a los boletines sobre el Covid, pues hace tiempo que no aportan nada a las políticas de prevención del virus.

Y quedará enmarcado ese número, “4,384”, como un triste pero irreal recuerdo.

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