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No aprendemos

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Hugo Guiliani CurySanto Domingo

Las lecciones de la historia no deben tomarse con ligerezas y sin cuestionarlas. Nuestras vidas y particularmente la económica está en un constante proceso de cambio. Es tanto así que muchas veces una decisión política-económica tomada en un determinado tiempo puede ser positiva. Sin embargo, esa misma acción, adoptada en otros momentos puede ser negativa. Ese es el caso de algunas empresas que estuvieron en nuestras zonas francas, como las textileras. Hubo una coyuntura, en que era conveniente tratar de atraerlas al país. Así lo hicimos y nos fue bien. No obstante hacer eso mismo ahora, no sería conveniente.

Sin embargo, hay otras lecciones que permanecen en el tiempo. Un ejemplo de esto son personas que dan continuidad en la política y la economía a esquemas que le han resultado provechosos.

Esto sucede actualmente con algunos empresarios y políticos. Han tenido éxitos y han acumulado riquezas, para ellos la economía funciona bien medida por su grado de bienestar y abiertamente así lo expresan. Sin embargo, estas personas no admiten que existe en nuestro país un alto nivel de pobreza, desempleo y desigualdad económica, agravado por el flujo masivo de personas provenientes del país vecino que tienen una escasa preparación y de una cultura diferente.

Nuestra tasa de pobreza fue de un 24% en 2021 y somos uno de los cinco países más desiguales del mundo. Un 1% de nuestra población posee el 30% de la riqueza nacional. Es posible que existan diversas razones para esto. Una de ellas es la política de pagar salarios bajos, lo que ha sido posible mantener durante un largo período por diversas razones. Entre las cuales está la entrada masiva de haitianos. Esa migración, calculada en unos dos millones, ha desplazado a la mano de obra dominicana de puestos de trabajos en importantes sectores de la economía y ha incentivado a los empresarios a su utilización pagándole bajos salarios fuera de la seguridad social. Las investigaciones realizadas indican que en los países que han tenido crecimiento económico, la pobreza y las desigualdades han disminuido. En República Dominicana ha sido lo contrario. No hay dudas de que la inexistencia en el país de políticas públicas para combatir la pobreza y las desigualdades, han sido un importante factor en este caso. Hasta donde podremos mantener y controlar esos dos ingredientes es una gran interrogante.

Casos como el de la profesora Jacqueline que prefirió arriesgar su vida en una yola para irse a Puerto Rico en búsqueda de un mejor futuro. El de Miguel A. Quéliz quien se expone apagando fuegos forestales y solo gana 9,284 pesos. Ambos son un reflejo de nuestra triste realidad.

La raíz de los problemas que nos afectan no son cabalmente comprendidos ni tampoco atacados por el liderazgo dominicano. Por tanto, no solucionados. La visión que tienen es cortoplacista y poco profunda. Nadie habla de las verdaderas reformas que debemos hacer y que esa paz social que todos anhelamos no sea solo una quimera.

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