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A veces llegan cartas con sabor a boche, pero son fantásticas

En un artículo a principios del año que concluyó hace pocas horas hice alusión, pero en otro contexto, a la canción de la década de los años 70 del siglo pasado popularizada por los cantantes españoles Raphael y Julio Iglesias, compuesta por Manuel Alejandro y Ana Magdalena, titulada “A veces llegan cartas”.

La canción plantea como una carta puede ser para comunicarnos algo que nos resulta desagradable o, por el contrario, para transmitirnos una información satisfactoria y hasta aleccionadora.

Un estribillo del tema musical dice “A veces llegan cartas con sabor amargo, con sabor a lágrimas. A veces llegan cartas con olor a espinas, que no son románticas”. Y otro también reza: “A veces llegan cartas con sabor a gloria, llenas de esperanza. A veces llegan cartas con olor a rosas, que si son fantásticas”.

La carta enviada el pasado 21 de diciembre por la procuradora general de la República, Miriam Germán Brito, a sus adjuntos tiene un sabor amargo –obvio para quienes está dirigida- pero al mismo tiempo constituye una fantástica reflexión de cómo deberían manejarse los actores del Poder Judicial, pero especialmente los representantes del ministerio público.

La carta es de una mujer que, aunque ahora es la máxima representante del ministerio público, estuvo antes en la posición del juez que suele recibir, casi siempre callado, ya que solo habla por sentencia, los mayores enconos cuando emite un fallo que no les agrada a los fiscales, a los medios de comunicación y a la vox populi.

Un pequeño resumen de las puntualizaciones de la carta de Germán Brito muestra sin dudas que estamos en presencia de una joya judicial sin desperdicios y adornada de sensatez. Veamos:

Jueces y fiscales se complementan en la noble tarea de impartir justicia, no son rivales. El ministerio público se debe a la sociedad, pero incluso también al imputado. Deja claro que su objetivo no es masacrar al acusado, incluso violentando el debido proceso y su derecho a un juicio imparcial, público y contradictorio.

Las decisiones de los jueces pueden ser cuestionadas, pero nunca con una respuesta apresurada. La magistrada censura – con toda la razón- el uso de los medios de comunicación para llevar juicios paralelos al margen de los tribunales. El actual ministerio público incluso ha filtrado expedientes en la fase de investigación a medios de comunicación, que con titulares y el manejo ya han emitido una condena anticipada.

Germán Brito deplora en su misiva que el ministerio público se comporte como si tuviese un interés actual y directo en el desenlace del caso. Con esta puntualización la procuradora general deja claro que el resultado del proceso puede ser distinto a lo que desea el ministerio público, a tal punto que podría llegar a defender hasta los intereses del imputado cuando no hay pruebas o surgen otras que le beneficien.

Los medios de comunicación no son el espacio pertinente para dirimir si el fallo de un juez estuvo ajustado o no al derecho, con la bochornosa imagen de comprometer la integridad y la objetividad del ministerio público, así como de las investigaciones en curso.

Germán Brito nos recuerda que la agresividad mutua entre jueces y fiscales termina perjudicando al sistema de administración de justicia y a la sociedad.

Ante todos estos planteamientos tan puntuales, me preocupó la reacción a la carta de Germán Brito del director de la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa (PEPCA), Wilson Camacho, quien dijo que lo importante “es mantener la lucha contra la corrupción y la impunidad en República Dominicana”.

Totalmente de acuerdo con el planteamiento del procurador ajunto, pero sin dejar de lado el puntillazo final que expone Germán Brito en su carta, cuando exhorta al ministerio público a obviar la crítica ácida contra la reputación de las personas que ejercen la judicatura porque solo “provocan la pérdida de la confianza en nuestros honorables jueces y juezas, les fallamos a las víctimas, a los imputados y a la sociedad”.

La respuesta de Camacho huele a que no asimiló el sabor a boche de la carta de su superiora y que desde la trinchera del “ministerio público independiente” seguirá apelando a los beneficios que aporta la máxima de que “el fin justifica los medios”.

Pienso que tanto él como la magistrada Yeni Berenice Reynoso deberían asimilar que las sugerencias de doña Miriam contribuyen a reencausar una lucha contra la corrupción en esta gestión de gobierno que ha ido perdiendo empuje y credibilidad.

Es una cuestión de asumir la actitud correcta cuando “a veces llegan cartas” para llamar a la reflexión.

Como expresan otros dos estribillos de la canción que cité al principio: “A veces llegan cartas que te hieren dentro, dentro de tu alma” y “a veces llegan cartas que te dan la vida, que te dan la calma”.

Depende de los procuradores adjuntos sí, a partir de la carta, sentirse heridos y asumir una posición mucho más radical, o acatar con la debida calma consejos tan certeros para una administración sana y respetuosa de la justicia.

El poder no es para siempre –eso incluye al judicial- y cuando se ejerce sólo con la mira puesta en la lógica de la sociedad del espectáculo, como apunta Germán Brito en su brillante esquela, el destino podría ser parecido al del principal acusado en el llamado caso Medusa.

Un día encumbrado con todo el poder para avasallar y, en cualquier momento, enfrentando la misma justicia que se ejerció sin observar el debido proceso y la tutela judicial efectiva.

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