Voltaire defendió a sus maestros jesuitas

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

François-Marie Arouet (1694 – 1778), Voltaire, fue alumno del colegio jesuita “Luis el Grande” (1704 – 1711). Varios compañeros triunfarían, por ejemplo, los hermanos Anderson, ministros de Luis XV. Autor atrevido, fue preso en la Bastilla (mayo 1717 – abril 1718). Creía en la existencia de Dios, odiaba a la Iglesia y en su Candide (1759), luego del terremoto de Lisboa que mató a 30,00 portugueses, ridiculizó el providencialismo de Leibniz.

Así defendió la educación jesuita: «Yo fui educado, durante siete años por hombres que no se midieron a la hora de asumir trabajos y [eran] incansables [en la tarea de] formar la mente y la moral de la juventud. ¿Y desde cuando se estila que uno no reconozca a quienes fueron sus maestros? ¡Cómo! Es algo propio de la naturaleza del hombre el revisar el hogar feliz donde nacimos, la aldea donde fuimos amamantados … … ¿y no íbamos a tener corazón para amar a los que se hicieron cargo de nosotros durante nuestros primeros años? Si los jesuitas pelean un pleito con un capuchino [en la costa] Malabar, acerca de cuestiones que ignoro completamente, ¿a mí qué me importa? ¿Es este acaso un motivo para que yo sea ingrato con los que inspiraron en mí el gusto de las bellas letras y los sentimientos que serán el consuelo de mi vida hasta la tumba? Nada borrará en mi corazón el recuerdo del Padre Porée, que fuera igualmente querido por todos los que estudiaron con él.

Jamás hombre alguno ha hecho el estudio y la virtud más amables. Sus lecciones eran para nosotros horas deliciosas, y me gustaría que se hubiera radicado en París, como [si fuese su] Atenas, yo hubiera regresado a sus clases frecuentemente para escucharle. Yo tuve la suerte de ser educado por un personaje como el Padre Porée, y estoy seguro, que ha tenido dignos sucesores. Por último, durante los siete años que he vivido en su casa, ¿qué es lo que vi en ellos? La vida más frugal, laboriosa y disciplinada, distribuida entre los cuidados que nos prodigaban y el ejercicio de su austera profesión. Yo doy fe, que de entre los miles de hombres formados por ellos como lo fui yo, no habrá uno solo que me pueda contradecir... “ (Lettre au père de Latour; Paris, le 7 février 1746).

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