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En Miami, la fuerza impresionante del arte en los Estados Unidos

Una semana de visitas a las cuatro ferias de arte que concluyen hoy en Miami, nos permite calibrar con precisión meridiana los entramados, paradigmas y enfoques bajo los cuales el mercado artístico relativamente mundial está percibiendo el arte.

Y, junto a ello, comprobar “in situ” la fortalecida vitalidad que en los Estadios Unidos tiene el arte, un aspecto evidente en la masiva asistencia, cifrada en un público variopinto, internacional y de todas las edades, a las locaciones, distantes incluso, de las cuatro ferias de arte asentadas allí. Hablamos de la Art Basel Miami, la Art Basel Context, la Art Miami, la RedDot Miami y la Spectrum Miami.

Estas, adicionalmente nos revelan unas sorprendentes coincidencias y corrientes renovadoras en el patrón del mercado de arte actualmente dominante en las principales capitales y ciudades del mundo, especialmente en las de Estados Unidos, Europa, China, Japón y América Latina.

Entre esas coincidencias dominantes está el gran interés que en lo decorativo revelan tener los artistas, al punto que la pasada exigencia de novedad y excentricidad a ultranza parece estár empezando a debilitarse ante esta funcionalidad por lo densamente aparencial y “positivamente atractivo” del arte.

Esta tendencia se expresa en imprevisibles maneras de “regresionismo” porque, partiendo de las más radicales propuestas recién vividas, formulaciones y teorizaciones, persiguen desembocar en un colorido organizado desde lo reticular a lo tecnológico; el materismo a los animes japoneses, y desde lo geométrico al preciosismo figurativo. Sin importar si puede o no ser crítico, su misión es ser visualmente atractivo.

Este mercado de arte, en su mayoría, ofrece entonces un arte “cohabitante” con las necesidades de la arquitectura, esto es del concepto sobre el diseño interior y espacial, donde las funciones corporativas y/o familiares ostensibles y visualizables imponen sus prerrogativas de positiva neutralidad signficante.

Junto a este tipo de arte, abundante en estas versiones, encontramos otro, el de los “re-makes”; es decir unos productos pictórico-excultóricos que sin rubor se yerguen sobre visiones ajenas y lo hacen de forma absoluta. Así, sorprende que en un mercado artístico de tanto dinero, donde el objetivo del coleccionismo de artees que las obras terminen cotizadas por las casas subastadoras y valoradas por los museos, abunden re-Basskiat y re-otras figuras muy cotizadas, explotadas impenitentemente y revelando que en esos segmentos del mercado de arte la exigencia de originalidad está perdiendo terreno y que el sentido de moda y las clonaciones de propuestas cotizadas se están constituyendo en factores ostensibles activos y potables al anidar y permanecer en la base de las demandas de los compradores relacionados con este mercado. Arte vincuolado al gusto secular o el gusto aprendido.

El recorrido, entonces, deja poco espacio para otro tipo de arte, apartado de tales carriles, aunque afortunadamente pudimos apreciar obras de gran valor histórico , incluyendo la recuperación casi del olvido y de la infra-valoración, de artistas forjadores del informalismo estadounidense, opacados porque en los 60 el arte pop eclipsó todo lo que podía tener vínculos con Europa, sin un análisis sobre destrezas y sentidos de las expresiones de unos artistas que entonces abordaron esa corriente y se colocaron al margen del mercado para propiciar otras indagatorias.

Podemos decir, entonces, que el arte parece cansado o, en el peor caso, que puede estar perdiendo mucho de su rumbo, esto es de sus caminos hacia las personas, las comunidades y los propios artistas. Al menos el arte de estos mercados tomados como referencia y aspectos de valor por las galerías participantes para ofertar en esta edición 2022 de la Semana de Arte de Miami a través de estas cuatro imporatantes ferias.

Como pocas veces antes, el sentido de lo bien hecho, lo bien ejecutado, lo técnicamente prístino, adquiere aquí una función validante de lo estético probablemente cuestionable, aspecto que, en el caso del arte de artistas latinoamericanos empieza a manifestarse como una especie de “boterismo”.

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