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Tiro de gracia

“Hay golpes tan fuertes…. yo no sé”

A la Procuradora General de la República, Miriam Germán Brito, con respeto

El oficialismo cubano puso de moda una frase que todavía trae recuerdos. Dice: “A la violencia reaccionaria se responde con la violencia revolucionaria”. Lo que nunca se explicó fue la procedencia y la naturaleza de ambas violencias. Ni tampoco de dónde fue tomada la frase. Ni en qué contexto. Son ocurrentes mis compatriotas cuando tratan de inventar: Violencia es una sola. Valga la redundancia.

La violencia siempre será un recurso extremo. Su propósito es rasgar. Quien hable más alto o asesine lentamente provocando dolor, será temido. El violento puede ser un semidiós con las fauces abiertas y la mirada fija en un solo lado de la vida.

En Listín Diario, y en especial los periodistas, somos gente de paz.

Todo esto viene a cuento porque en 16 años como coordinador del programa de Pasantía “Periodista por un Año” (PPA), algunos de sus miembros no las han tenido todas consigo. Para mi orgullo, varios de estos jóvenes han enfrentado la violencia con altura y otros se sumaron al bando del silencio. A ellos les inclino mi frente y de alguna que otra forma les he pedido excusas porque si es dañino golpear a un joven periodista por hacer bien su trabajo, no es menos complicado el abuso contra ellos. Por eso todavía permanezco con los ojos bien abiertos.

Por suerte, mi espalda está llena de manotazos que han resbalado porque aprendí a no dejarme tentar. Pero los golpes que han caído contra los jóvenes que llegan llenos de sueños y alegrías al Listín los he hecho míos. Porque a fin de cuentas, iban dirigidos contra mí, no por ser mis protegidos, sino porque represento a este periódico sin compromisos con nadie.

Hay dos anécdotas inolvidables. Una del pasado reciente y otra del presente pasado. Ambas parten de polos opuestos porque los hechos acaecidos en la primera llegaron a oídos responsables y la segunda, a los que usan cremayera en lugar de espejuelos.

Durante varios años, el ingeniero vegano César Arturo Abréu y el historiador de esa ciudad, Francisco Torres Petitón (EPD) invitaban al Listín al desfile Carnaval Vegano. Los Periodistas por un Año viajaban allí todos los años y sus organizadores se esmeraban en atenderlos, incluso, siempre les procuraban espacios en el reducido Palco Presidentencial. En uno de esos viajes, una autoridad del Ayuntamiento sacó por la fuerza a una pasante que hoy es editora de un prestigioso diario de la competencia del Listín. La joven, indignada nos narró lo sucedido y de regreso, el Director me autorizó a publicar el atropello. Al siguiente día, los funcionarios veganos informaron la cancelación de la autoridad arrogante y nos invitaron a un encuentro en la sindicatura. Junto a las sinceras excusas, se respiraba respeto a nuestra profesión.

El actual grupo de pasantes es muy peculiar. Todas son muchachas. No puedo señalar a una por encima de otra, pero mis celos, consejos, silencios y costumbres han salido a flor de piel. Cada cual está en lo suyo, siempre muy bien orientadas por la dirección del diario y la mesa digital. Siempre que llego en las mañanas a la primera que saludo es a la aún estudiante de la Universidad Católica de Santo Domingo Lourdes Sherill Aponte. Cuando no la veo pregunto por ella. Me llama la atención su entereza profesional, su manera tan personal de no temerle a la calle, ni a la noticia; de hacer su trabajo aún en las peores circunstancias. Hace poco trataron de atropellarla. La golpearon con un palo de golf, y hasta su golpeadora se lesionó una mano de tanto que la maltrató. La pasante ni lloró ni se amedrentó. De aquella golpiza salió con la frente en alto y hoy merece el respeto colectivo. En los sitios que visito por razones laborales, me preguntan por ella, si la traigo conmigo; qué nueva historia escribe. Sin quererlo se ha convertido en símbolo. Y me he dado cuenta que la palabra todavía es más poderosa que un palo de golf sobre una indefensa periodista que hace su trabajo como debe, sin temor a la violencia El poder podrá imponer o maniobrar su supuesta verdad, pero el respeto que infunde a una profesional cumpliendo su deber sin temor a las balas no huele a populismo, sino a una convicción en favor de la profesión que le ha costado quemarse las pestañas, frente a una bocaza que intenta callarla con gritos e improperios.

¿Llegará el momento en que el periodista solo deberá ser una bocina del poder?

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