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Apoyando la “Marcha Patriótica”

“La vida se nutre de realidades”. Es la expresión que Charles Dickens pone en boca Tom Gradgrind, personaje de su novela “Tiempos difíciles”. Para Hegel, “Lo real es lo racional y lo racional es lo real”. En la República Dominicana, la generalidad de sus habitantes ha vivido, por más de dos siglos, de espaldas a la realidad del pueblo haitiano. Una realidad deducida de las razones que inspiraron la primera revolución de América Latina (1791-1804), que continuó manifestándose en el uso que dieron a su emancipación -se empezó por la destrucción de toda la infraestructura de producción de dicho país, lo que los empobreció a grado extremo, al tiempo que los convirtió en deudores de su antiguo colonizador hasta cerca del final de la primera mitad del siglo pasado- y hoy se hace más patente en el caos que impera allí como resultado del surgimiento de las bandas armadas que se han distribuido territorialmente el poder y han convertido ese país en el más inseguro del hemisferio.

Esa realidad no ha sido manejada por nosotros con la racionalidad que ha demandado desde siempre y apenas si le hemos ido poniendo parches que, hasta ahora, nos han permitido coexistir, no sin pagar un precio muy alto en términos económicos y en lo referente a la tranquilidad que merecemos como pueblo. Advertir sobre ella no implica predisposición racial ni étnica, sino situarse en una perspectiva que nos permita hacer previsiones impostergables para nuestra sobrevivencia como nación.

No se puede negar que, si bien ha habido desde siempre voces que se levantan para demandar solución a la cuestión, recae sobre la familia Castillo y su partido, Fuerza Nacional Progresista, el mérito de ser los que más preocupación han mostrado en las últimas tres décadas sobre el tema. Ellos advirtieron acerca de la condición de Estado fallido de Haití y pocos le hicieron caso. Hoy día mantienen una campaña permanente de concienciación sobre esa realidad y de reclamo del concurso de la comunidad internacional para la búsqueda de la solución del problema.

Para hoy, el Instituto Duartiano nos está convocando a lo que ha llamado una “Marcha Patriótica”, para exigir a la comunidad internacional su participación en un proyecto integral para la reconstrucción de Haití, proyecto que no puede implementar solo -ni económica ni militarmente- nuestro país. Esto no es cuestión de colores políticos. El momento reclama unidad y apoyo irrestricto a esa marcha. ¡Hagámoslo!

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