El dólar y el rublo: fortaleza de las petro monedas
Este abordaje hace medita sobre la interrelación entre política monetaria y producción. Y se escribe cuando vienen hacia tierra las bitcoins.
No es un enfoque de un especialista en economía sino de un apasionado emprendedor que, a lo largo de su vida ha entendido que para la economía no hay algo peor que los políticos y la política. Y, tampoco, algo mejor que ellos.
Es una meditación en medio de la actual “crisis mundial”. En torno a ella muchas opiniones empiezan a formularse. Los discursos econométricos y las socionarrativas oficiales a veces sólo logran incrementar los temores, la incertidumbre.
A raíz de la pandemia de la Covid-19 los gobiernos escogieron despachar, dondequiera, medidas anti-cíclicas de carácter monetario, para evitar las hambrunas y, después, manipulando las tasas al alza. Hasta ahora, nadie ha dicho que esté mal. Incluso el gobierno canadiense decidió hacerlo y de un modo que pareció querer decir Preferimos un corte radical (100 puntos porcentuales de un “tablazo”) que mantener este tema latente y amenazante.
Los gobiernos, sin embargo, han obviado que la producción es el enemigo público número uno de la inflación. De aquí que el presidente Joe Biden de los Estados Unidos emprendiera acciones ante líderes del Medio Oriente para alinear la producción petrolera hacia la estrategia estadounidense ahora que otros gallos cantan en el gallinero geopolítico global.
El enfoque hace recordar y citar conceptos normativos del Índice Nacional de Actividad Económica de la Reserva Federal de Chicago (Federal Reserve Bank of Chicago). Según este: “…en la carta de la FED de Chicago de marzo del 2000, Jonas D. M. Fischer, el actual vicepresidente de investigación macroeconómica de la FED de Chicago, informó que aumentos sustanciales en el Índice de Actividad en el período 1960-1999 previnieron períodos de aumento de la inflación”.
Un hallazgo que orientó acciones estadística y econométrica.
Según este organismo regulador (especie de Banco Central de Chicago), el Indice de Actividad Nacional (CFNAI) “es un índice mensual diseñado para medir la actividad económica general y la presión inflacionaria relacionada”.
Se nutre de otras categorías de datos: a) producción e ingresos; b) empleo, desempleo y horas laboradas; c) consumo personal y vivienda; y d) ventas, pedidos e inventarios. Todos ocurridos en el lapso del informe e —informa la FED de Chicago— ajustados por inflación.
Observar este indicador reviste importancia y otorga certeza sobre la realidad económica estadounidense. Es, actualmente, algo de necesario conocimiento ya que los medios andan enamorados del tema de la crisis; ondeando sus banderolas en portadas y encabezados. Tanto ha sido agigantado que ya empezó a tumbar gobiernos desde África a Inglaterra. La democracia antidemocrática está feliz con él.
Para naciones cuya estabilidad macroeconómica y relativo bienestar dependen del estado situacional de la economía estadounidense —como la República Dominicana—observar y crear políticas públicas que permitan a los ciudadanos y actividades económicas emular los resultados de este indicador es de significativa relevancia.
Notemos que de las remesas recibidas por la República Dominicana en junio, 2022, las provenientes de los Estados Unidos totalizaron el 84.6% del total, pese a haber ocurrido en un entorno en que se emite menos apoyo a favor de los familiares locales y en un entorno cifrado por un resultado inferior en las remesas totales durante el primer semestre del 2022, respecto a igual período del 2021: -7.64%. Un nivel de remesa que también fue +40.6% que sus niveles previos a la pandemia de la Covid-19 (2019). En ese primer semestre el país recibió US$3.46 mil millones en remesas y, en los primeros seis meses del 2022, US$4.86 mil millones.
Durante el 2019 y el 2020 la producción estadounidense estaba ralentizada y el 2021 fue el año de su repunte. De números negativos que incrementaban (en promedio: -0.21% en el 2019 a -0.48% en el 2020, el CFNAI pasó a +0.3533% en el 2021 y, desde este, a +0.1425% de enero a mayo, 2022.
Se observa, pues, que el antídoto por excelencia contra las crisis es la producción.
Quizás ello explique que los rusos y estadounidenses estén tan pendientes de este indicador.
Especialmente de la incidencia sobre él del “commodity” (insumo) de mayor demanda mundial: los hidrocarburos. Actualmente han incrementado su valor geopolítico y económico estratégico porque las dos potencias militarmente competidoras cifran sus monedas sobre él.
El dólar y el rublo pa´rriba. El euro, pa´bajo
De lo dicho resultaría que la forma más eficiente de crear una crisis es dejar de producir. Es lo que han convenido los miembros de la Organización de Productores y Exportadores de Petróleo (OPEP), manteniendo sus reservas y logrando elevar el precio del insumo. El precio del Brent europeo creció +58.88% de agosto del 2021 (US$70.75) a julio 2022 (US$112.41). En diciembre del 2019, cuando el tema de la Covid-19 irrumpió, su precio era US$67.31. Desde entonces, incrementó +67%.
Y todo lo demás tras él.
Así llegamos a un resultado paradójico que quizás revele algo la dinámica del petróleo en la crisis económica que coloca a las mayorías contra la pared. Incluso como duda y preocupación sobre la certeza de las informaciones recibidas. Ayer sábado 16 de julio 2022 el New York Times encabezó su versión web con dos artículos significativos. El primero, autoría de Peter S. Goodman, corresponsal sobre economía global de ese diario, titulado “Una fuerza oculta a simple vista pone en peligro la economía global”. Otro, firmado por Karll Ruse, Joe Rennison y Jason Karaian, bajo el título: “El dólar extremadamente fuerte empuja el mundo hacia abajo”.
En el primero, el autor escribió: “La semana pasada se hizo evidente la magnitud de las crisis superpuestas que asaltan la economía global, intensificando los temores de recesión, pérdida de empleos, hambre y una fuerte caída en los mercados bursátiles”. Un tremendismo contrastante con la buena afluencia a un restaurant publicada como foto principal del artículo.
El segundo consigna el valor alcanzado por el dólar en medio de estas “crisis superpuestas”. “El valor del dólar estadounidense —afirma en el lid— es el más fuerte que ha tenido en una generación, devaluando las monedas de todo el mundo y alterando las perspectivas de la economía mundial, ya que altera todo, desde el costo de unas vacaciones en el extranjero hasta la rentabilidad de las empresas multinacionales”.
El fortalecimiento monetario también asociado al rublo ruso
¿Qué tienen estas dos economías en común que, en medio de una crisis tan generalizada sus monedas se fortalecen?
Su calidad de economías petro-monetarias
Aunque Rusia afirma que la paridad de su rublo se construye sobre bases auríferas, todo parece indicar que ese país apoya el valor monetario en el poder energético que le confiere la dependencia de las naciones de la Unión Europea de su gas natural.
Sería por el flujo de dólares a Rusia que garantiza ese poder, que del 7 de marzo al 31 de mayo su moneda se apreció desde US$0.007 por Rublo a US$0.016, en una escalada de +128.57% en medio del debilitamiento del euro frente al dólar.
El destino mundial de este commodity une a los tres mayores productores petroleros del mundo: Estados Unidos (19.51 millones de barriles por día –bpd-), Arabia Saudí (11.81 millones de bpd) y Rusia: 11.49 (11.81 millones de bpd). Ellos tres produjeron, en el 2020, más de casi la mitad (+49.32%) que las otras siete economías que comparten con ellos el rango de los 10 mayores productores de petróleo a nivel mundial, según la operadora de mercados financieros y bróker IG Group.
Según Datos Macro, las producción petrolera de estas economías en el 2021 y en barriles por día, fue: USA: 11.188; Rusia: 10.112 y Arabia Saudí: 9.313. En total: 30.613 bpd, equivalente al -28.5% de su producción del 2020.
El dólar y el rublo, pues, parecen tener destinos similares. De ser así, esto inclinaría a sus respectivas naciones y economías a alianzas macro ya que ambas están encadenadas al petróleo en la tierra y a la Estación Espacial Internacional, en el espacio.
La solución: producir más
Es racionalmente difícil y poco probable que los productores de petróleo opten por bajas significativas en el precio de este commodity en lo inmediato. Por consiguiente, el panorama parece tender hacia el incremento de la necesidad de divisas (rublos y dólares) en las economías importadoras de petróleo, lo cual —de ocurrir— continuará erosionando el valor de las monedas de las naciones no productoras de petróleo. Como los incrementos de este bien se transferirán a todos los productos y servicios, no es —hasta hoy— previsible que la inflación pueda ser contenida mediante políticas monetarias sin afectar y encarecer aún más la producción y el bienestar colectivos.
Tal situación otorga calidad de urgencia a que el funcionariado de las naciones no petroleras se lance al diseño de políticas de fomento de la producción local; orientadas hacia los sectores cuyas iniciativas han sido imposibilitadas u obstruidas desde la cuna por la rigidez normativa o la densidad atrofiante de la burocracia.
Es un tema que trasciende el plano de la circunstancialidad política para entroncarse con el prestigio nacional y de los liderazgos.
Iniciativas gubernamentales y leyes excepcionales podrían dictar impuestos únicos para permitir que enciendan los motores hoy apagados en los talleres y manufacturas locales de pequeño o bajo impacto actual.
Es momento, pues, de apuntalar las pequeñas y pequeñísimas industrias mediante un impuesto sobre la renta no mayor al 7% del total vendido en el año, bajo el compromiso de la formalidad, la despenalización del reporte contable mensual ante la Dirección de Impuestos Internos (DG) y otras medidas de tal jaez. Los dineros que moverían esta maquinaria tendrían como destino el mercado local donde, mediante el consumo en los establecimientos con mayor capacidad para atraer consumidores, significarían ingresos por ITBIS e ISR para el fisco nacional.
Peor son nada, la indolencia, la indiferencia y la cuadratura circular de los responsables de conducir las barcas nacionales.
Tales iniciativas podrían re encender el activismo de cuanto permanece obstruido, enmoheciendo y detenido en la economía y el sueño nacionales.
Y, de paso, crear oportunidades para que la gente empiece a pensar cómo hacer algo para ser dignos y prosperar.

